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Perspectiva

El golpe fallido en Rusia: causas y consecuencias

Yevgueni Prigozhin, el dueño de la empresa militar Grupo Wagner [AP Photo]

Una intentona golpista encabezada por Evgueni Prigozhin, el jefe de la fuerza mercenaria rusa Wagner, colapsó la noche del sábado, hora local. En un acuerdo mediado por el presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko. Prigozhin dejó Rusia y el Servicio Secreto Ruso (FSB) abandonó la investigación que abrió a inicios del día contra el líder de Wagner por amotinamiento. Hay reportes no confirmados de que el acuerdo incluye la deposición del ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, Valeri Guerásimov, y la reubicación de Wagner a África.

Prigozhin inició su golpe de Estado la noche del viernes, hora local, con un video de 30 minutos donde lanza una diatriba contra la dirección militar rusa y hace un llamamiento directo a la facción pro-OTAN de la burguesía rusa. Prigozhin, quien exigió hace unas pocas semanas una movilización masiva y la instauración de una economía de guerra para combatir la amenaza de la OTAN, ahora alega: “Las Fuerzas Armadas de Ucrania no iban a atacar Rusia junto a la OTAN”.

El sábado por la mañana, el mandatario ruso Vladímir Putin apareció en televisión y acusó a Prigozhin, sin nombrarlo, de actuar a instancias de la OTAN. Declaró: “Hoy, Rusia está librando una difícil batalla por su futuro, combatiendo la agresión de neonazis y sus patrones. Toda la máquina militar, económica e informacional de Occidente está dirigida contra nosotros”.

El sábado por la noche, después de que las tropas de Wagner tomaran control de Rostov del Don y llegaran a las afueras de Moscú, Prigozhin anunció una retirada. El repentino giro claramente indicó que no se había materializado el nivel de apoyo que esperaba para un golpe exitoso.

¿Qué llevó a Prigozhin a emprender el golpe de Estado? En primer lugar, es evidente que sus conflictos cada vez mayores con el Estado ruso y el aparato militar habían llegado a un punto de inflexión. La intentona fue precedida por denuncias vitriólicas de Prigozhin contra el ministro de Defensa, Shoigú, acusándolo de no librar la guerra con suficiente agresividad. Se reporta que los fondos de Wagner iban a ser objeto de grandes recortes. A inicios del mes, Prigozhin se rehusó a aceptar la demanda de Putin de que Wagner fuera colocado bajo el mando militar.

Hay evidencia de que el ejército estaba harto del patrocinio por parte de Putin de este malhablado matón que irrespetaba a los militares. Sus operaciones en Ucrania, si bien eran útiles de forma limitada, también interferían con la conducta profesional de la guerra por parte de los oficiales entrenados. Se puede suponer que Prigozhin emprendió el golpe anticipando acciones en su contra.

En segundo lugar, sería el colmo de la ignorancia política creer que la OTAN fue solamente un espectador pasivo de lo ocurrido en las últimas 24 a 36 horas. Ciertamente daba un seguimiento extremadamente cuidadoso a la intensificada guerra de palabras entre Prigozhin y el ejército ruso y se puede asumir que lo contactaron. No hay otra explicación creíble para la justificación favorable a OTAN que dio Prigozhin para su golpe.

Los contactos de Prigozhin con la OTAN habrían tenido buenas razones para exigirle que actuara en este momento. El golpe se lanzó menos de tres semanas después del inicio de la contraofensiva ucraniana que ha apoyado la OTAN. Tras gastar decenas de miles de millones de dólares para prepararla, ha sido una debacle. Miles de solados ucranianos mueren a diario y apenas han tomado un puñado de pueblos pequeños. En un poco más de dos semanas, la OTAN celebrará una importante cumbre en Vilna que amenazaba con estar dominada por la debacle militar de Ucrania, al menos antes del intento de golpe.

El Gobierno de Biden y sus aliados de la OTAN estimaron que una intentona golpista, incluso si no lograba su cometido, desestabilizaría el régimen y socavaría sus operaciones militares. En cualquier caso, el intento de golpe ha cambiado el relato en los medios de comunicación del fracaso de la contraofensiva ucraniana al colapso del régimen de Putin.

La respuesta inmediata de los representantes principales del imperialismo estadounidense, el régimen de Zelenski y la oposición pro-OTAN de la oligarquía rusa dejan en claro que el golpe no fue ninguna sorpresa.

El teniente coronel Alexander Vindman del Ejército estadounidense, quien protagonizó los preparativos estadounidenses para la guerra contra Rusia por más de una década, tuiteó el viernes por la noche: “Para todos aquellos preguntándose cómo va la guerra en Ucrania, va tan bien como una insurrección en Rusia”. Según avanzaba el golpe, sugirió que la OTAN utilizara la oportunidad para extender sus defensas aéreas “100 millas [160 km] hacia el interior de Ucrania”.

La congresista Elissa Slotkin, una importante demócrata de la CIA, tuiteó: “La postura de EE.UU. a este punto debería ser monitorear de cerca los eventos, ayudarles a nuestros aliados ucranianos a sacar provecho de cualquier oportunidad en el campo de batalla y mantenerse flexible y alerta en un momento impredecible de la historia”. El presidente ucraniano Zelenski también manifestó su apoyo a la intentona golpista de Prigozhin.

El exoligarca ruso Mijaíl Jodorkovski, quien vive en Londres y es una figura importante de la operación impulsada por la OTAN para derrocar el régimen de Putin, respaldó la intentona como una “oportunidad única” y llamó a la población a tomar armas para garantizar que Prigozhin “sobreviva y llegue al Kremlin”. Después del repliegue de Prigozhin, Jodorkovski celebró el intento como un gran golpe al régimen de Putin en su cuenta de Telegram:

La magnitud del daño al régimen es fantástico. Si comenzaran, las negociaciones con Ucrania se producirán desde una posición mucho más débil. La autonomía del ejército y, consecuentemente, su capacidad para luchar se verán drásticamente reducidas. La oposición tendrá que sacar ciertas conclusiones… [S]i la guerra no se termina, no tardará en venir otra insurgencia. Las tareas son claras. Manos a la obra.

Es evidente que el golpe se preparó con una participación significativa de la OTAN. Pero presentar el golpe principalmente como el resultado de una conspiración de la CIA sería ignorar las divisiones reales que existen dentro del régimen ruso y los intereses sociales que determinan sus políticas.

El intento de golpe de Prigozhin expone sobre todo el callejón sin salida al que ha llegado el propio régimen de Putin, del cual salió el propio Prigozhin. Es un monstruo de Frankenstein creado por Putin pero que se salió de su control.

Durante décadas, Putin y Prigozhin fueron estrechos aliados. Hasta hace poco, el grupo Wagner, que se originó en el seno de la inteligencia militar rusa GRU, gozaba del evidente patrocinio de Putin y de otras fuerzas poderosas dentro del aparato estatal.

Prigozhin, un caudillo de tinte fascista, un milmillonario y un criminal convicto, representa a una facción sustancial de la oligarquía rusa que se opone a la guerra únicamente porque el intento de Putin de proteger el acceso privilegiado de la clase capitalista y del Estado a los vastos recursos del país les ha costado muy caro.

Putin ha buscado encontrar un equilibrio entre estas facciones, y este intento de conciliar los intereses oligárquicos opuestos ha marcado la conducción de lo que sigue llamando una “operación militar especial”.

Desde el principio, la política del Kremlin en Ucrania se ha basado en la esperanza de que una presión militar limitada persuada a las potencias imperialistas occidentales de aceptar los “legítimos” intereses de seguridad del régimen capitalista ruso. Putin ha insistido en este objetivo incluso cuando todas las “líneas rojas” que ha fijado ya fueron cruzadas, siendo la última “línea roja” el intento de derrocarlo.

Queda por ver cómo responde Putin, si mediante una escalada militar o con concesiones significativas para llegar a algún tipo de acuerdo. Sin embargo, a las potencias imperialistas no les interesa hacer ningún compromiso. Su objetivo final es la división de Rusia para poner los vastos recursos de toda la antigua Unión Soviética bajo su control directo.

En última instancia, tanto Putin como Prigozhin representan a la misma clase social: una oligarquía, impregnada de criminalidad y odio a la clase obrera, que se conformó a raíz de la destrucción estalinista de la Unión Soviética y de la restauración del capitalismo.

Resulta revelador que, al atacar a sus oponentes dentro de la clase dominante, tanto Putin como Prigozhin hayan evocado sobre todo el espectro de la Revolución rusa de 1917. Putin declaró sobre la intentona golpista que un “golpe como éste fue asestado a Rusia en 1917, cuando el país luchaba en la Primera Guerra Mundial. Pero la victoria le fue robada: intrigas, disputas y politiqueos a espaldas del ejército y de la nación se convirtieron en la mayor confusión, la destrucción del ejército y el colapso del Estado, y la pérdida de vastos territorios, desembocando finalmente en la tragedia de la guerra civil”.

Este último ataque de Putin contra el bolchevismo, aparte de mostrar su carácter patológicamente obsesivo, pone de manifiesto su propia ignorancia de la historia. De hecho, la catastrófica entrada del régimen zarista en la guerra en 1914, y su gestión criminalmente mala del conflicto, llevaron a Rusia al borde del colapso. Ante el estallido de la revolución en 1917, los esfuerzos del Gobierno Provisional burgués por salvar sus intereses imperialistas produjeron nuevos desastres.

El intento del general Kornilov, apoyado subrepticiamente por Kerenski, de reprimir a la clase obrera en septiembre de 1917 habría desembocado, de haber tenido éxito, en la rendición de Petrogrado a los ejércitos del imperialismo alemán. Este resultado fue evitado por un levantamiento masivo de los trabajadores, movilizados por el Partido Bolchevique, que aplastó el golpe y tomó el poder en octubre.

Fue el nuevo Estado soviético el que creó el Ejército Rojo, dirigido por León Trotsky, que entre 1918 y 1921 derrotó a las fuerzas de la contrarrevolución respaldadas por el imperialismo mundial.

Los intereses de las oligarquías rusa y ucraniana impiden cualquier defensa progresista de los intereses de las masas obreras contra la política depredadora del imperialismo.

El principal temor, compartido por todos los sectores de la oligarquía rusa, es que la guerra genere las condiciones propicias para el resurgimiento de las poderosas tradiciones del internacionalismo marxista en el seno de la clase obrera rusa, ucraniana e internacional. La guerra en Ucrania debe ser detenida por medio de la movilización revolucionaria e independiente de la clase obrera internacional, no para respaldar un derrocamiento del régimen de Putin impulsado por la OTAN ni el reparto de Rusia.

(Publicado originalmente en inglés el 24 de junio de 2023)

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