El jueves, los abogados representando al Gobierno de Sudáfrica presentaron argumentos extraordinarios ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya, acusando a Israel de perpetrar un genocidio en violación de la Convención sobre el Genocidio de 1948.
El material factual en las presentaciones, que fueron seguidas por todo el mundo, tiene una importancia que va más allá del carácter y los motivos de los Gobiernos y las instituciones involucradas en los procedimientos. El caso reúne en un solo lugar un catálogo de atrocidades sistemáticas y crímenes de guerra llevados a cabo por Israel desde el 7 de octubre y que todo el mundo ha evidenciado a diferentes grados a través de las redes sociales.
Como afirmó en su presentación la abogada irlandesa Blinne Ní Ghrálaigh, Gaza representa “el primer genocidio de la historia en el que sus víctimas retransmiten su propia destrucción en tiempo real con la desesperada esperanza de que el mundo pueda hacer algo, que por ahora ha sido en vano”.
Este catálogo objetivo de atrocidades y crímenes de guerra fue vinculado a la retórica genocida que ha provenido directamente de la boca de funcionarios del Estado israelí, jefes militares y otras personalidades destacadas.
Las presentaciones describieron una brutalidad despiadada y sistemática que recordaba a los nazis, por un lado, y una sanguinaria incitación racista que también recordaba a los nazis. Sobre esta base, los abogados invocaron la Convención sobre el Genocidio de 1948, introducida y ratificada tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.
Adila Hassim, abogada del Tribunal Supremo sudafricano, hizo la primera de las presentaciones sustantivas el jueves. “Durante los últimos 96 días”, dijo, “Israel ha sometido a Gaza a lo que se ha descrito como una de las campañas de bombardeos convencionales más intensas de la historia de la guerra moderna”.
“Los palestinos de Gaza están sufriendo bombardeos incesantes allá donde vayan”, argumentó, señalando pruebas de que son “asesinados en sus casas, en lugares donde buscan refugio, en hospitales, en escuelas, en mezquitas, en iglesias y mientras intentan encontrar comida y agua para sus familias. Han sido asesinados si no evacuaban, en los lugares a los que han huido e incluso mientras intentaban huir por rutas declaradas seguras por Israel.”
“El nivel de matanza es tan amplio que aquellos cuyos cadáveres son hallados son enterrados en fosas comunes, a menudo sin identificar”, continuó. “Más de 1.800 familias palestinas de Gaza han perdido a varios miembros de su familia y cientos de familias multigeneracionales han sido aniquiladas, sin que queden supervivientes: madres, padres, hijos, hermanos, abuelos, tías, primos, a menudo asesinados todos juntos. Esta matanza no es otra cosa que la destrucción de la vida palestina. Se inflige deliberadamente. Nadie se salva, ni siquiera los recién nacidos”.
Además de las decenas de miles de muertos, señaló que hay decenas de miles de mutilados, desfigurados y traumatizados. Mientras tanto, un gran número de civiles palestinos, incluidos niños, están siendo “detenidos, vendados, obligados a desnudarse y cargados en camiones, llevados a lugares desconocidos”.
Refiriéndose a la orden israelí de “evacuación” del norte de Gaza en las primeras fases del ataque militar, Hassim afirmó: “La orden en sí era genocida. Exigía desplazamientos inmediatos, que la población solo se llevara lo que podía cargar, mientras que no se permitía ningún tipo de ayuda humanitaria y se había cortado deliberadamente el suministro de combustible, agua y alimentos, así como otras necesidades vitales. Buscaba calculadamente provocar la destrucción de la población”.
Una característica clave de la operación genocida de Israel fue, según Hassim, su deliberado “ataque al sistema de salud de Gaza”.
Como consecuencia deliberada del bloqueo israelí, el 80 por ciento de todas las personas que actualmente padecen hambre aguda en el mundo se encuentran en Gaza. Cientos de miles de personas corren ahora más peligro de morir de hambre, sed y enfermedades que de ser bombardeadas.
Los argumentos del equipo de abogados y juristas reunido se expusieron con precisión fáctica y jurídica. Refutando los intentos de los regímenes de Biden y Netanyahu de poner en duda que las cifras de víctimas palestinas proceden de “fuentes de Hamás”, Hassim señaló que todas las estadísticas de su presentación procedían de la propia ONU y estaban “actualizadas al 9 de enero de 2024”.
Aunque la acusación de genocidio se presentó formalmente contra Israel, es bien sabido que también se acusa al Gobierno estadounidense, como principal patrocinador imperialista de Israel y proveedor de material bélico. Cuando Hassim hizo una sutil referencia a las fuerzas armadas de Israel como “uno de los ejércitos con más recursos del mundo”, todos los presentes en la sala entendieron que se refería a Estados Unidos.
Refiriéndose a la larga lista de declaraciones genocidas de funcionarios israelíes que se incluyeron en la denuncia de Sudáfrica del 27 de diciembre, el abogado Tembeka Ngcukaitobi, del Tribunal Supremo sudafricano, argumentó que “los dirigentes políticos, los mandos militares y las personas con cargos oficiales de Israel han declarado sistemáticamente y en términos explícitos su intención genocida; y estas declaraciones han sido repetidas posteriormente por los soldados sobre el terreno en Gaza mientras destruían a los palestinos y la infraestructura física de Gaza”.
Esto incluye repetidas referencias a los palestinos como “animales humanos” que representan a “Amalec”. Estas referencias son características de una ideología y una teología específicamente fascistas. En la historia bíblica de Amalec, Dios ordena a Saúl que destruya a toda una tribu conocida como los amalecitas: “Mata a hombres, mujeres y niños, y a sus toros, ovejas, camellos y burros...”.
“Estas declaraciones”, continuó Ngcukaitobi, “no se prestan a interpretaciones neutrales, ni a racionalizaciones y reinterpretaciones a posteriori por parte de Israel. Las declaraciones fueron realizadas por personas al mando del Estado. Comunicaron la política del Estado. Es sencillo. Si las declaraciones no fueran intencionadas, no se habrían hecho”.
Ngcukaitobi, en su presentación, relacionó estas incitaciones al genocidio con las acciones genocidas de los soldados israelíes, que han sido filmados cantando que “borrarán la semilla de Amalec” en Gaza. “Ahora hay una tendencia entre los soldados a grabarse a sí mismos cometiendo atrocidades contra civiles en Gaza, en una forma de vídeo 'snuff'“, dijo Ngcukaitobi. “Uno se grabó a sí mismo detonando más de 50 casas en Shujaiya”.
“Los soldados creen obviamente que este lenguaje y sus acciones son aceptables porque la destrucción de la vida palestina en Gaza es una política de Estado explícita”, afirmó Ngcukaitobi.
Un episodio concreto descrito por Ngcukaitobi merece ser relatado íntegramente: “Altos cargos políticos y militares animaron sin tapujos al reservista del ejército israelí Ezra Yachin, de 95 años, veterano de la masacre de Deir Yassin contra los palestinos en 1948, a que hablara a los soldados antes de la invasión terrestre de Gaza”, afirmó Ngcukaitobi. En esta gira, Yachin fue “conducido en un vehículo oficial del ejército israelí, vestido con uniforme del ejército israelí”.
“Triunfen y acaben con ellos”, dijo Yachin en su discurso, “y no dejen a nadie atrás. Borren la memoria de ellos. Bórrenlos a ellos, a sus familias, madres e hijos. Estos animales ya no pueden vivir... Si tienes un vecino árabe, no esperes, ve a su casa y dispárale... Queremos invadir, no como antes, queremos entrar y destruir todo lo que encontremos, y destruir las casas, y luego destruir las vecinas. Con todas nuestras fuerzas, destrucción completa, entrar y destruir. Como pueden ver, seremos testigos de cosas que nunca hemos soñado. Arrojen bombas sobre ellos y bórrenlos”.
El profesor de derecho y abogado sudafricano Max du Plessis, en su presentación, argumentó que lo que está sucediendo “en Gaza ahora no está correctamente enmarcado como un simple conflicto entre dos partes”. Supone, dijo, “actos destructivos perpetrados por una potencia ocupante” contra una población subyugada y “oprimida”. Durante años, dijo, Israel “se ha considerado más allá y por encima de la ley”.
Du Plessis presentó informes de “ejecuciones sobre el terreno”, “torturas” e “imágenes de cadáveres en descomposición de hombres, mujeres y niños palestinos, abandonados insepultos en el lugar donde fueron asesinados, algunos de ellos recogidos por animales”. “Cada vez está más claro”, continuó, “que enormes extensiones de Gaza están siendo borradas del mapa, incluyendo ciudades enteras, pueblos, campos de refugiados”.
El material fáctico que se ha presentado es más que suficiente para justificar la inmediata detención, imputación y procesamiento de todo el Gobierno israelí.
Pero es también, y lo que es incluso más importante, una acusación contra el Gobierno estadounidense y el imperialismo de EE.UU. y la OTAN. Entre los que deben ser procesados por los horrendos crímenes llevados a cabo por el Gobierno de Netanyahu se encuentran los líderes de las potencias imperialistas que han apoyado, financiado, justificado y dirigido el genocidio: Sunak en Reino Unido, Scholz en Alemania, Macron en Francia, Meloni en Italia y ante todo, el “genocida Joe” Biden en EE.UU.
En las mentes de cientos de millones de personas, el genocidio en curso en Gaza será visto cada vez más como una acusación contra el imperialismo y el sistema capitalista mundial, junto con todos sus políticos, partidos e instituciones.
Es posible que los procedimientos de la CIJ se prolonguen por años. Las audiencias de esta semana se refieren a la petición sudafricana de “medidas preliminares”, o una “orden” inejecutable para que Israel cese las hostilidades. El Gobierno israelí, por su parte, lleva años ignorando por docenas las resoluciones de la ONU, y se espera que hoy haga una defensa a ultranza de sus operaciones en su propia presentación.
Es necesario desprender la conclusión contraria de quienes promueven ilusiones en un renacimiento de los sentimientos democráticos, humanos y racionales en los salones de las Naciones Unidas, o en que acusaciones legales bien preparadas basten por sí solas para detener el genocidio.
Manifestar tales ilusiones en las instituciones de las Naciones Unidas --una “cocina de ladrones”, como Lenin llamó a su predecesora, la Sociedad de Naciones-- solo sería, en el mejor de los casos, una quimera.
“Millones de personas en todo el mundo apoyan los esfuerzos de Sudáfrica para que Israel rinda cuentas”, escribió Jeremy Corbyn el lunes, refiriéndose a los procedimientos de la CIJ, preguntándose: “¿Por qué no puede hacerlo nuestro Gobierno?”. Plantear la pregunta es responderla: el Gobierno británico, junto con el de Biden, nunca lo hará porque implicaría procesar por crímenes de guerra a todas sus principales figuras.
Incluso mientras se celebraban los procedimientos en La Haya, Estados Unidos y el Reino Unido lanzaron una gran escalada en Oriente Próximo con el bombardeo de Yemen. El apoyo de las potencias imperialistas al genocidio de Gaza está ligado a una guerra global en ciernes, que incluye la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia y los preparativos para una guerra contra China.
El genocidio de Gaza ha sido un factor clave en la actual radicalización masiva de la población mundial, junto con la pandemia continua de coronavirus, la intensificación de la guerra mundial, el aumento de la desigualdad social, el acelerado cambio climático, la derogación de los derechos democráticos y el ascenso de movimientos y Gobiernos de extrema derecha y fascistas.
El material presentado en la CIJ merece ser estudiado y compartido ampliamente. Es la prueba de que las formas más horribles de barbarie imperialista del siglo pasado se están normalizando de nuevo. Y es una advertencia: detrás de sus frases sobre “derechos humanos” y “democracia”, esto es lo que los Gobiernos imperialistas son capaces de hacer, tanto en Gaza como dentro de sus propias fronteras.
Es posible detener el genocidio de Gaza, prevenir futuros genocidios, oponerse a la guerra imperialista y llevar a la justicia a todos los carniceros y criminales de guerra solo movilizando el poder independiente de la clase obrera internacional; la única clase que tiene intereses comunes objetivamente opuestos a la guerra imperialista y a la opresión capitalista, que está entrando en un conflicto cada vez más agudo con el sistema capitalista, como lo demuestran las luchas en todo el mundo, y que debe armarse urgentemente con una estrategia socialista e históricamente consciente.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de enero de 2024)