La Confederación General del Trabajo (CGT), el mayor sindicato en Argentina, convocó el miércoles el primer paro general desde 2019, en un intento de contener el enorme malestar social por la “terapia de shock” siendo implementada por el presidente fascistizante Javier Milei.
En cuestión de semanas, su Gobierno devaluó drásticamente la moneda, impuso un decreto ejecutivo con más de 300 políticas y e introdujo un proyecto de ley ómnibus con más de 600 artículos, que incluyen poderes dictatoriales bajo un “estado de emergencia” que permitiría la prohibición de reuniones de tres o más personas, punibles con hasta seis años de prisión.
Como señaló durante una diatriba fascista aplaudida en el Foro Económico Mundial la semana pasada, Milei desea sentar un precedente para todo el mundo dando marcha atrás a 1916, cuando los latifundistas gobernaban como aristócratas en Buenos Aires y los intereses imperialistas que controlaban los bancos, los ferrocarriles y el comercio eran “libres” para dirigir la sociedad a su antojo.
A partir del mediodía, unos 5 millones de trabajadores se declararon en huelga, paralizando el transporte público, las gasolineras, las clínicas, las oficinas, los bancos, algunas fábricas y otros lugares de trabajo en todo el país. (Las escuelas están de vacaciones de verano).
Luego, los manifestantes inundaron la plaza del Congreso y la adyacente avenida de Mayo en Buenos Aires, mientras que decenas de miles se manifestaron en Rosario, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Tucumán, Mar del Plata, Paraná, Ushuaia y Salta, ciudades donde Milei ganó millones de votos.
La CGT estima que 600.000 personas marcharon en Buenos Aires —superando con creces las expectativas de 100.000—y 1,5 millones en total en toda Argentina.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, tuiteó nerviosa: “No hay paro que nos detenga, no hay amenaza que nos amedrente”, antes de afirmar absurdamente que no marcharon más de 40.000 personas.
A pesar de los importantes contingentes de policías y gendarmes que intentaron provocar a la multitud, se vieron abrumados y no lograron implementar el nuevo “protocolo antipiquetes” que prohíbe el bloqueo calles.
Los trabajadores y jóvenes se burlaron de Bullrich y denunciaron la “dictadura” de Milei. Una maestra le dijo a C5N: “Sobre todo estoy aquí porque la plata no alcanza. Se me ha devaluado el sueldo casi un 50 por ciento”.
Un empleado de salud pública de Moreno dijo: “Estoy en contra del congelamiento de salarios; la reducción del estado. Yo trabajo en un servicio donde se proveen insumos médicos, como bolsas de ostomías, medicamentos y demás y estamos contando con las últimas licitaciones en el cual la gente va a dejar de contar con esas cosas”.
Miles de funcionarios han sido despedidos. Los precios del combustible, el transporte público y los medicamentos se han duplicado; la carne es inasequible; y el precio de un contenedor de gas para cocinar saltó de 5.34 a 16.64 dólares estadounidenses. Algunos economistas ya esperan una inflación del 400 por ciento este año. El hambre, la enfermedad y la miseria se están profundizando considerablemente, y casi la mitad de la población ya vivía en la pobreza cuando Milei asumió el poder. Se planea la privatización de decenas de empresas estatales.
Como lo indica también la demanda generalizada de una huelga general indefinida “hasta que caiga Milei”, se está desarrollando una crisis prerrevolucionaria.
Pero la voluntad masiva de luchar y desafiar valientemente la represión policial contrastó palpablemente con la pasividad y los engaños de la dirección sindical, controlada por el peronismo, el movimiento nacionalista burgués fundado por Juan Domingo Perón, quien gobernó en 1946-1955 y 1973-74.
La CGT y las demás burocracias sindicales peronistas y pseudoizquierdistas están siguiendo el mismo guion que han utilizado por décadas. Dirigieron sus llamados al Congreso, a los gobernadores y a los tribunales y limitaron la huelga a solo 12 horas para afectar lo menos posible a la burguesía. Hicieron todo lo posible para encubrir el carácter capitalista del Estado y del partido peronista y su hostilidad objetiva hacia la clase trabajadora.
Hablando desde el escenario, Pablo Moyano, quien ha liderado el Sindicato de Camioneros durante décadas con su padre, declaró: “Un peronista no puede votar por esto”. Entre otras consignas, gritó: “No se puede traicionar al peronismo”; “La Patria no se vende”.
El hecho es que la dirección peronista ha votado y aplicado innumerables ataques contra los trabajadores. Milei ha dicho a menudo que “el mejor presidente de Argentina fue Carlos Menem”, el peronista que lanzó una ola de privatizaciones y recortes sociales durante la década de 1990. La CGT, de hecho, utilizó el mismo tipo de huelgas cortas de Hollywood y de demagogia nacionalista durante el levantamiento de masas contra el Gobierno de Raúl Alfonsín para canalizar la oposición en apoyo a Menem. Hoy, Milei debe su elección a la gran ira popular por el historial proausteridad y proimperialista del peronismo.
Lo más fundamental es que el levantamiento de masas en ciernes contra Milei se produce como parte de un movimiento global de la clase trabajadora contra el fascismo, la guerra, la austeridad y la desigualdad social.
Millones se han manifestado en los últimos meses y en todo el mundo contra el genocidio de los palestinos en Gaza por parte del régimen israelí de Benjamín Netanyahu, respaldado por Estados Unidos. El fin de semana pasado, más de un millón de personas se manifestaron en toda Alemania contra el partido fascista Alternativa para Alemania y sus ataques planeados contra los refugiados, mientras que los agricultores de Alemania y Francia están llevando a cabo grandes protestas contra la austeridad de la Unión Europea.
Este contexto plantea de inmediato la cuestión de que los trabajadores argentinos tomen conciencia del carácter global objetivo de sus luchas y de la necesidad de organizarse independientemente de todos los políticos y burocracias nacionalistas para un ataque frontal contra la causa fundamental del autoritarismo, las guerras, el fascismo y la austeridad: el sistema capitalista global.
En este momento, las pretensiones reformistas y antiimperialistas del peronismo se han derrumbado por completo creando condiciones extremadamente favorables para llevar a cabo esta lucha.
Sin embargo, precisamente por este contexto, los grupos pseudoizquierdistas de la clase media organizados dentro o alrededor del llamado Frente de Izquierda y Trabajadores-Unidad (FIT-U) están redoblando sus esfuerzos para bloquear un movimiento independiente al peronismo.
Mientras utiliza pequeñas manifestaciones en solidaridad con la huelga general que fueron organizadas por sus socios en varias ciudades a nivel internacional—meras sesiones de fotos frente a edificios consulares argentinos, desprovistas de cualquier orientación hacia la clase trabajadora—la pseudoizquierda argentina del FIT-U ha avanzado una perspectiva completamente nacionalista en respuesta al emergente movimiento anti-Milei.
Fueron los partidos del FIT-U, que lideran numerosos sindicatos o seccionales, los que se movilizaron más agresivamente para una amplia participación en la huelga del 24 de enero, pero esto no fue para movilizar a trabajadores pasivos, sino para garantizar que el levantamiento que está emergiendo permanezca bajo el control de la CGT. Sus publicaciones y líderes aplaudieron a la CGT por convocar la huelga de 12 horas y avanzaron consignas exigiendo que la misma burocracia sindical amplíe la huelga y presente un “plan de lucha”.
Según explica la publicación del morenista Partido de Trabajadores Socialistas (PTS), La Izquierda Diario el 13 de enero, en estas semanas se han visto “cacerolazos que no paran y se extienden, asambleas en múltiples ciudades, pueblos y municipios… cientos de estudiantes en grupos de WhatsApp y asambleas virtuales”.
En lugar de alentar a este movimiento espontáneo y masivo a romper con el aparato peronista, el PTS —y otros grupos hacen formulaciones similares— llamaron a intervenir en todas las “asambleas populares y barriales que se vienen desarrollando” para lograr que apoyaran el paro de la CGT. Llamaron a formar “comités de acción”, pero solo como un medio para “crear volúmenes de fuerzas para ser más fuertes para cada lucha parcial e imponer el frente único a las direcciones sindicales y sociales. Desde allí vamos a seguir ‘golpeando juntos’ con ellos, exigiendo que hagan asambleas, que pongan micros, que se unan con los vecinos y demás sectores…” (nuestro énfasis).
Los predecesores pablistas y morenistas del FIT-U se convirtieron en apéndices del movimiento peronista desde principios de la década de 1950 y ayudaron a desarmar políticamente a la clase trabajadora antes del golpe de Estado de 1976 respaldado por Estados Unidos que instaló una brutal dictadura fascista-militar cuyo legado defiende Milei.
Los esfuerzos de la pseudoizquierda de subordinar a los trabajadores al peronismo han allanado nuevamente el camino para la extrema derecha, y sus continuos intentos de revivir el cadáver del peronismo solo facilitarán la implementación del programa fascista de Milei.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de enero de 2024)
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