Israel lanzó un bombardeo masivo de Rafah, la ciudad al extremo sur de Gaza, entre la noche del domingo y el lunes por la mañana, matando a más de 100 personas. Cuando el sol apenas salía, el mundo quedó horrorizado ante las imágenes de cuerpos despedazados de niños, en una muestra escalofriante de lo que vendrá en las próximas semanas.
El fin de semana, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu prometió que llevaría a cabo una masacre militar total de la ciudad asediada, declarando “Nuestro objetivo… es la victoria total”. Para el régimen israelí, la “victoria total” significa matar a la mayor cantidad posible de palestinos y expulsarlos de sus hogares.
Más de un millón de personas o casi la mitad de la población de la Franja de Gaza, se encuentran aglomerados en Rafah. La mayoría vive en condiciones miserables bajo carpas, sin agua potable, comida ni instalaciones de alcantarillado. Con el sistema hospitalario colapsado, las enfermedades hacen estragos y la hambruna se agrava. Cuatro de cada cinco personas más hambrientas del mundo residen actualmente en Gaza, según Naciones Unidas.
El asalto a gran escala de Rafah elevará aún más el número de muertos en Gaza, donde más de cuatro meses de bombardeos israelíes ininterrumpidos y ejecuciones sumarias han matado a más de 35.000 personas.
La masacre nocturna tuvo lugar justo un día después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, diera el visto bueno de su Gobierno sobre una ofensiva contra Rafah, sustituyendo la afirmación de que la ofensiva “no puede proceder” por la declaración de que la ofensiva requiere un “plan” para la evacuación de Rafah.
Biden “reafirmó nuestro objetivo común de ver a Hamás derrotado y garantizar la seguridad a largo plazo de Israel y su pueblo”, según transcripción de la llamada entre Biden y Netanyahu publicada por la Casa Blanca.
Tras una reunión con el rey Abdullah II de Jordania el lunes, Biden repitió esta condición vacía, cuando se refería a “nuestra operación militar en Rafah”, en uno de sus “deslices” que revela la verdad esencial.
En efecto, se trata de “nuestra operación militar”, es decir, una operación llevada a cabo por Israel pero coordinada con el imperialismo estadounidense. Biden podría llamarlo con igual acierto “nuestro genocidio”.
El “plan”, elaborado entre Israel y Estados Unidos, parece haber tomado forma. El Wall Street Journal informó: “La propuesta de evacuación israelí incluye el establecimiento de 15 campamentos de alrededor de 25.000 tiendas de campaña cada uno en la parte suroeste de la Franja de Gaza, dijeron funcionarios egipcios”.
Las ciudades de tiendas serían financiadas por Estados Unidos y sus aliados en Oriente Próximo, escribió el Journal, y serían operadas por Egipto, que está gobernado por el dictador El-Sisi.
En otras palabras, con la complicidad directa, la financiación y la participación de Estados Unidos, un millón de personas enfermas, hambrientas y agotadas marcharán a través del desierto y serán hacinadas en ciudades de carpas.
Significativamente, cuando se le preguntó si Naciones Unidas participará en la “evacuación” de Rafah, Stephane Dujarric, vocero del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declaró: “No seremos parte en el desplazamiento forzoso de personas”, y añadió: “Tal y como están las cosas, no hay ningún lugar que sea actualmente seguro en Gaza”.
La clara implicación es que Estados Unidos es precisamente parte de este “desplazamiento forzoso”, es decir, genocidio y limpieza étnica.
Los acontecimientos de las últimas 24 horas han dejado claro hasta qué punto el imperialismo estadounidense está directamente implicado en el genocidio de Gaza. Israel no emprende ninguna acción importante sin la aprobación de la Administración de Biden, que no solo financia y arma, sino que dirige políticamente el asesinato masivo de la población de Gaza.
La reafirmación de Biden de que apoya el genocidio es especialmente llamativa dada la gran profundización de la crisis política estadounidense durante el fin de semana, en medio de un colapso del apoyo al presidente estadounidense por su papel en la masacre de Gaza.
La semana pasada, el New York Times publicó un informe sobre una reunión del asesor adjunto de Seguridad Nacional, Jon Finer, quien dijo a un grupo de políticos árabes estadounidenses en Dearborn, Míchigan, que el Gobierno ha llevado a cabo una serie de “pasos en falso” en su apoyo abierto a Israel.
Según el Times, Finer dijo: “Hemos dejado una impresión muy perjudicial basado en que el público ha dado cuenta de manera totalmente inadecuada lo mucho que el presidente, la Administración y el país valoran la vida de los palestinos”.
Añadió: “No tengo ninguna confianza en el actual Gobierno de Israel” y admitió que los políticos israelíes compararon “a los residentes de Gaza con animales”, sin que los funcionarios estadounidenses hicieran ninguna crítica. Y añadió: “No hemos indicado lo suficiente que rechazábamos y estábamos en desacuerdo totalmente con ese tipo de actitudes”.
Las acciones de Biden, sin embargo, hablan más alto que las palabras de Finer. La deshumanización pública sistemática del pueblo palestino por parte de la Casa Blanca deriva precisamente del apoyo de la Administración de Biden a la masacre de Netanyahu en Gaza. Lo mismo puede decirse de las lamentaciones de los políticos imperialistas de Francia, Alemania y la Unión Europea, que han criticado ciertos aspectos de la política de Israel mientras apoyan y financian el genocidio.
El Gobierno de Biden considera el apoyo al genocidio de Israel en Gaza como un elemento clave de su estrategia para Oriente Próximo. El imperialismo estadounidense aprovechó los acontecimientos del 7 de octubre para llevar a cabo una ofensiva militar planificada desde hace tiempo en todo Oriente Próximo, que ya ha llevado al bombardeo de Irak, Siria y Yemen, y que conduce en última instancia a un enfrentamiento directo con Irán.
El conflicto con Irán es en sí parte de una lucha global por la dominación del mundo contra Rusia y China, en lo que la Administración de Biden ha llamado la “década decisiva” que definirá “los términos de competencia geopolítica entre las principales potencias”.
Biden, representando los intereses depredadores del capitalismo estadounidense, que apoyan tanto los demócratas como los republicanos, actúa con base en necesidades mucho más profundas del imperialismo estadounidense, que ve la guerra como un medio para apuntalar la hegemonía mundial de Estados Unidos y la viabilidad del dólar estadounidense.
Los horrores que se están desarrollando en Gaza ofrecen a la humanidad un atisbo de la brutalidad con la que el imperialismo llevará a cabo una guerra a gran escala contra Irán, Rusia, China o los tres.
Los últimos cuatro meses de brutalidad y barbarie interminables y cada vez mayores contra el pueblo palestino han demostrado la futilidad de hacer llamados a cualquier sección de la élite política en los países imperialistas. Los trabajadores y jóvenes tampoco pueden depender de Naciones Unidas. Más allá de sus condenas de las acciones israelíes, está completamente subordinada a las potencias imperialistas y capitalistas.
Es la clase obrera internacional la que necesita ser movilizada para detener el ataque inevitable en Rafah y el propio genocidio. Esto incluye expandir las protestas globales, en combinación con huelgas de estibadores, transportistas y otros sectores de la clase obrera para frenar el envío y la producción de armas y suministros a Israel.
Esto debe ir de la mano de la construcción de una dirección socialista en la clase trabajadora de todos los países. El genocidio en Gaza constituye la barbarie imperialista en su forma más brutal. Así como la lucha contra el genocidio es necesariamente una lucha contra el imperialismo, la lucha contra el imperialismo es necesariamente una lucha contra el capitalismo, por la conquista del poder de la clase trabajadora y la reorganización socialista de la vida económica a nivel global.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de febrero de 2024)