El Gobierno de Biden ha aumentado los aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos importados del 25 al 100 por ciento, además de aumentos para otros productos como parte de una guerra económica cada vez más profunda contra Beijing.
Durante el anuncio en la rosaleda de la Casa Blanca, Biden intentó presentar las medidas como favorables a los trabajadores. Pero el hecho de que fuera presentado por Jessie Gray, el director de una importante empresa de aluminio, uno de los principales beneficiarios, dice mucho sobre el contenido de clase de su programa arancelario.
El efecto de los aranceles es imponer un impuesto a los consumidores para engordar los beneficios de las corporaciones. Cuando Trump introdujo medidas arancelarias, Biden las condenó por regresivas. Ahora no solo acepta los aranceles comerciales de Trump, sino que los ha ampliado y profundizado como parte de una ofensiva militar y económica global dirigida contra China junto a Rusia e Irán.
Biden condenó las exportaciones chinas de toda una serie de bienes por ser más de lo que el mundo puede absorber a “precios injustamente bajos”. Nada podría revelar más claramente la absoluta irracionalidad del sistema capitalista que el hecho de que la producción de bienes más baratos en mayores cantidades, aumentando así la riqueza material y posibilitando hacer frente al cambio climático, sea un peligro.
El tema principal fue la subida de aranceles a los vehículos eléctricos, pero otras medidas, impuestas en virtud de la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 sobre la “seguridad nacional”, dirigidas a bienes por valor de unos 18.000 millones de dólares, se extienden a otras áreas clave de la economía.
El arancel a una serie de productos de acero y aluminio pasará de su nivel máximo anterior del 7,5 por ciento al 25 por ciento. El de los semiconductores pasará del 25 por ciento al 50 por ciento. El tipo sobre las baterías de iones de litio utilizadas en la producción de vehículos eléctricos y en otros usos también aumentará hasta el 25 por ciento, junto con el arancel sobre el grafito y otros minerales críticos. El arancel de las células solares pasará del 25 por ciento al 50 por ciento.
Más allá de las áreas de alta tecnología y tecnología verde, se introducirá un nuevo arancel del 25 por ciento para las grúas de barco a tierra. Los aranceles sobre agujas y jeringuillas pasarán del 0 por ciento al 50 por ciento, junto con el incremento de los aranceles sobre mascarillas y guantes médicos y quirúrgicos de goma, que pasarán del 7,5 por ciento al 25 por ciento.
La preocupación por la “seguridad nacional”, que significa esencialmente la preparación para la guerra, se puso de relieve en el anuncio de la Casa Blanca de las medidas dirigidas a la cadena de suministro de vehículos eléctricos.
A pesar de los avances en la reubicación de la producción estadounidense, China “controla actualmente más del 80 por ciento de ciertos segmentos de la cadena de suministro de baterías para vehículos eléctricos”, y “la concentración en China de la capacidad de extracción y refinado de minerales críticos hace vulnerables nuestras cadenas de suministro y pone en peligro nuestros objetivos de seguridad nacional y energía limpia”.
La referencia a la “energía limpia” es un completo fraude. El efecto de las nuevas medidas tarifarias será elevar los precios como objetivo previsto, encareciendo la transición a la energía verde y, por tanto, ralentizándola.
El mantra detrás de cada anuncio de los aranceles es que responden a las “prácticas comerciales desleales” de China y a la inundación de los mercados mundiales con exportaciones a bajo precio debido a las transferencias de tecnología a injerencia en el mercado, lo que se refiere a las subvenciones estatales.
La verdadera razón se encuentra en otra parte y fue señalada en la declaración de la Casa Blanca, que dijo que las inversiones financiadas por la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS y de Ciencia estaban creando nuevos puestos de trabajo en la industria manufacturera y la energía limpia y “ayudando a las comunidades relegadas a recuperarse”.
La preocupación de la Administración de Biden no son las “comunidades”, sino las corporaciones estadounidenses que se han quedado rezagadas respecto a sus rivales en el desarrollo de tecnologías y métodos de producción más eficientes, y el efecto que esto ha tenido en sus capacidades bélicas.
Como señalaba el Financial Times en su informe, las subidas de aranceles estaban “cuidadosamente dirigidas a sectores estratégicos” y su objetivo era “ganar tiempo para que las empresas estadounidenses alcancen a sus rivales chinas”.
Una de las principales razones por las que se han quedado atrás es que la acumulación de beneficios se ha centrado cada vez más en la financiarización parasitaria, a menudo mediante recompras masivas de acciones, en lugar del desarrollo de las fuerzas productivas.
El resultado es que la supremacía económica de Estados Unidos se ha visto gravemente erosionada, a lo que el Estado imperialista está respondiendo en el ámbito en el que disfruta de una supremacía continua: el uso de medios militares.
Este es el significado de la atención prestada a los “sectores estratégicos”, en particular a la tecnología informática, que es vital para el funcionamiento y el perfeccionamiento de la maquinaria bélica imperialista.
La guerra económica contra China, llevada a cabo en combinación con provocaciones políticas y militares centradas en Taiwán y el mar de China Meridional, se lleva a cabo bajo el argumento de que las medidas arancelarias son necesarias para proteger los intereses de los trabajadores estadounidenses.
La burocracia sindical desempeña un papel vital en la promoción de esta ficción, y fue significativo que varios funcionarios sindicales estuvieran presentes cuando Biden hizo su anuncio en la rosaleda.
Celebrando los aranceles, el presidente del sindicato United Steelworkers (USW), David McCall, dijo: “Las políticas comerciales chinas erradas han tenido un impacto negativo desproporcionado en nuestros miembros”.
El sindicato United Auto Workers (UAW), que ya respaldó la reelección de Biden, dijo que el aumento de los aranceles garantizaría que “la transición a los vehículos eléctricos sea una transición justa”.
De hecho, la transición de las empresas automotrices estadounidenses va acompañada de recortes de puestos de trabajo y de la intensificación de la explotación, con mucho más por venir.
Y hay una agenda más amplia en juego, como bien sabe la burocracia sindical: el aumento de las capacidades militares del imperialismo estadounidense. El presidente del UAW, Shawn Fain, invoca repetidamente la frase “arsenal de la democracia” recordando el papel de los sindicatos en la década de 1930 cuando se comprometieron a “no hacer huelga” y apoyaron el encarcelamiento de socialistas.
La invocación de esta historia reaccionaria deja claro que están más que preparados y dispuestos a repetir este papel en la guerra en desarrollo contra China.
Las medidas arancelarias de Biden tendrán ramificaciones internacionales de gran alcance.
En Europa, donde los vehículos eléctricos chinos y otros productos de alta tecnología están siendo excluidos de los mercados estadounidenses, el informe que está preparando la Comisión Europea sobre las exportaciones chinas de vehículos eléctricos y otros productos bajo la bandera de la protección de la “seguridad nacional”, que se presentará en unas semanas, intensificará las medidas de guerra económica.
En respuesta a las medidas de Biden, el Ministerio de Comercio chino declaró:
“China tomará medidas firmes para salvaguardar sus propios derechos e intereses. EE.UU. debe corregir inmediatamente sus acciones erróneas y cancelar las medidas arancelarias adicionales contra China”.
Pero como bien sabe Beijing, estas súplicas caerán en saco roto, ya que el objetivo del imperialismo estadounidense es paralizar a China, a la que considera el principal obstáculo en su afán de dominio mundial.
Por parte china, el desarrollo de las “nuevas fuerzas productivas” es una cuestión existencial para la estabilidad del régimen. Por tanto, la lógica de este conflicto no solo conduce a una intensificación de la guerra económica sino, en última instancia, a un conflicto militar.
La Administración de Biden está jugando con fuego. En una entrevista en Bloomberg, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen dijo: “Esperemos que no veamos una respuesta significativa, pero siempre es una posibilidad”.
En respuesta a la intensificación de los conflictos económicos, que cada vez se parecen más a los de los años 30 que contribuyeron a preparar el camino para la Segunda Guerra Mundial—solo que hoy ocurren en lo nivel más elevado—, la clase obrera debe luchar por sus intereses independientes.
Eso requiere una lucha política por un programa socialista internacional contra los partidos capitalistas y sus puntales, las burocracias sindicales, como la única manera de evitar el descenso a otra guerra mundial, que se vuelve más probable debido a las medidas de guerra económica anunciadas por la Administración de Biden.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de mayo de 2024)