El anuncio del primer ministro británico, Rishi Sunak, de que se celebrarán elecciones generales anticipadas el 4 de julio fue una sorpresa incluso para sus propios legisladores conservadores.
Tanto los ministros como los parlamentarios calificaron la decisión de “locura”, ya que los conservadores se encuentran 20 puntos por detrás de los laboristas en las encuestas. Los aliados ministeriales más cercanos a Sunak no fueron informados hasta una reunión del gabinete, convocada menos de una hora antes de que el primer ministro se plantara ante Downing Street bajo una lluvia torrencial para hacer su anuncio.
Sin embargo, la decisión de Sunak y la rapidez y el secretismo de su aplicación están ligados a los cálculos de la clase dominante británica y sus aliados imperialistas en Estados Unidos de que son necesarias unas elecciones anticipadas para adelantarse a la creciente oposición a la guerra y crear un marco político para una escalada masiva del conflicto con Rusia.
En su anuncio, Sunak dejó claro que su primera consideración es la rápida escalada de la guerra de facto de la OTAN contra Rusia en Ucrania. “Esta elección tendrá lugar cuando el mundo se encuentra en su momento más peligroso desde el final de la Guerra Fría”, declaró. “La Rusia de Putin está librando una guerra brutal en Ucrania y no se detendrá allí si triunfa”.
Y añadió: “En Oriente Próximo, las fuerzas del extremismo islamista amenazan la estabilidad regional y, en última instancia, la mundial”, mientras que “China pretende dominar el siglo XXI arrebatándonos el liderazgo tecnológico, y la migración está siendo utilizada como arma por Estados hostiles para amenazar la integridad de nuestras fronteras”.
Centrar las elecciones generales en la guerra y la seguridad nacional viene dictado por los avanzados preparativos de una nueva etapa en el conflicto de Ucrania, que implica el uso de armamento de la OTAN para atacar directamente a Rusia e incluso el envío de tropas de la OTAN a la zona de guerra.
El Reino Unido es el principal aliado militar del imperialismo estadounidense y ha estado al frente de todas y cada una de las escaladas en Ucrania, incluido el envío de fuerzas especiales y el entrenamiento de miles de tropas ucranianas. Fue bajo la dirección de Boris Johnson cuando estalló por primera vez el conflicto, el 24 de febrero de 2022. Johnson quería que el respaldo británico a la guerra definiera su mandato.
Pero Washington se ha visto obligado a depender en todo momento de un Gobierno profundamente inestable en Reino Unido, acosado por amargos conflictos entre facciones y el odio de millones de personas, especialmente por la asesina agenda de inmunidad de rebaño llevada a cabo durante una pandemia que se cobró más de 230.000 vidas.
Johnson se vio obligado a dimitir como líder del Partido Conservador el 7 de julio de 2022, convirtiéndose en el primer líder de una gran potencia imperialista en caer de su cargo durante la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia.
Una perspectiva del 8 de julio en el World Socialist Web Site señalaba: “El temor político que anima un desafío a su mandato, que casi llevó al derrumbe del Gobierno, es que Johnson es una figura tan divisiva y desacreditada que no se le podría confiar la siguiente etapa de la ofensiva de la clase dominante contra la clase obrera ni la prosecución de la guerra de la OTAN en Europa”.
Su dimisión forzada, explicaba el WSWS, “desencadenó una contienda por el liderazgo dominada por antiguas figuras militares” que finalmente ganó la rabiosa belicista Liz Truss, ministra de Asuntos Exteriores de Johnson, quien durante su campaña por la dirección se jactó de estar dispuesta a utilizar armas nucleares contra Rusia.
Pero, tras asumir el cargo en septiembre de 2022, Truss fue rápidamente destituida el 20 de octubre, bajo la presión de los mercados mundiales por haber anunciado grandes recortes fiscales sin financiación.
Desde entonces, cualquier esperanza de que su sustitución por Sunak trajera por fin estabilidad política se ha visto frustrada por el constante crecimiento de la oposición social y política a la agenda conservadora de austeridad y guerra, una oposición que primero estalló en la ola huelguística de 2022 y luego tomó forma política en el movimiento de masas en oposición al apoyo británico al genocidio de Israel en Gaza.
Los esfuerzos de Sunak por rescatar su cargo de primer ministro se han centrado, por tanto, en intentar satisfacer las exigencias de Washington de situar la guerra en el centro de la agenda del Gobierno.
El 23 de abril, en una base militar de Varsovia, Polonia, anunció que aumentaría el gasto militar hasta el 2,5 por ciento del PIB, “garantizando que el Reino Unido siga siendo, con diferencia, el segundo país de la OTAN que más gasta en defensa, después de Estados Unidos”. Puso a la “industria de defensa británica en pie de guerra” y enviaría a Ucrania “el mayor paquete de equipamiento militar británico de la historia”, incluyendo “más de 400 vehículos, 4 millones de cartuchos de munición, 60 barcos y naves de incursión en alta mar, defensas aéreas vitales y misiles Storm Shadow de largo alcance y guiados con precisión”.
El 3 de mayo, al reunirse con el presidente ucraniano Zelenski, el ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron, dio luz verde para que Ucrania utilizara misiles de crucero Storm Shadow británicos contra objetivos situados en territorio ruso reconocido.
Por último, en un discurso pronunciado el 13 de mayo en el que presentaba la campaña electoral general conservadora, Sunak advirtió: “El mundo está más cerca de una peligrosa escalada nuclear que en ningún otro momento desde la crisis de los misiles en Cuba”, y culpó de ello a “un eje de Estados autoritarios como Rusia, Irán, Corea del Norte y China”. Declaró que “la guerra ha vuelto a Europa, y nuestros aliados de la OTAN están advirtiendo que, si Putin tiene éxito en Ucrania, ellos podrían ser los siguientes”.
Amenazó con una salvaje represión de las protestas contra el genocidio de Gaza y contra la guerra, denunciándolas como un abuso de “nuestros valores democráticos liberales”.
Pero ni Washington ni la clase dominante británica pueden tolerar que un Gobierno incapaz de gobernar con eficacia y desprovisto de toda legitimidad permanezca en el poder un minuto más. Por ello, Sunak se vio obligado a convocar al país, aunque ello supusiera una derrota casi segura para su gobierno.
Los comentarios de los medios de comunicación dejan claro que el Partido Laborista de sir Keir Starmer es visto ahora como un instrumento fiable y más eficaz para hacer la guerra en el extranjero, imponer las medidas de austeridad para pagar la guerra y reprimir la oposición de la clase trabajadora que esto provocará. Su Gobierno no supondrá un cambio con respecto a la política conservadora, sino su continuación, aprovechando los servicios del aparato sindical.
Él y su gabinete comenzaron su preparación para el cargo expulsando a Jeremy Corbyn y a muchos de sus principales aliados del partido parlamentario para demostrar que el laborismo no solo era el partido más favorable a las empresas, sino el “partido de la OTAN”, comprometido a librar una guerra contra Rusia, y el partido del sionismo, dispuesto a respaldar el genocidio en Gaza y una guerra más amplia en Oriente Próximo.
Starmer declaró al Daily Mail en abril que su política a favor de la OTAN, respaldada por repetidas declaraciones de su disposición a utilizar armas nucleares, se inspiraba en “las crecientes amenazas globales y la creciente agresión rusa. ... El renovado Partido Laborista que lidero sabe que nuestra seguridad nacional siempre es lo primero”.
En caso de que los laboristas ganen las elecciones del 4 de julio, el primer viaje internacional de Starmer será a la cumbre de la OTAN en Washington, del 9 al 11 de julio, donde se debatirán planes para intensificar la agresión contra Rusia.
El gran peligro político al que se enfrenta la clase obrera es que en la actualidad se comprende muy poco lo avanzados que están los preparativos para una guerra más amplia.
Millones de trabajadores y jóvenes han salido a las calles en todo el mundo para oponerse al genocidio de Israel en Gaza. Sunak y Starmer son odiados por los manifestantes.
Sin embargo, los dirigentes de estos movimientos, como Stop the War Coalition, no han hecho ningún intento serio de explicar que lo que está ocurriendo es un intento de las potencias imperialistas de repartirse el mundo y sus recursos entre ellas, en el que la guerra contra Rusia en Ucrania, el apoyo al asesinato en masa y la limpieza étnica de los palestinos y poner a Irán y China en la mira para una escalada de provocaciones son distintos frentes de un único conflicto mundial.
El desarme de la clase obrera se centra ahora en los esfuerzos por limitar la oposición a los laboristas a un inofensivo voto de protesta entre votantes mayoritariamente musulmanes y contra los diputados más derechistas, al tiempo que se insiste en que, por lo demás, hay que respaldar a los laboristas como un “mal menor” frente a los conservadores que es posible presionar hacia la izquierda.
El Partido Socialista por la Igualdad lucha contra esta traición política. Presentamos candidatos a estas elecciones generales en oposición al Partido Conservador y al Partido Laborista. Advertimos que un Gobierno de Starmer sería un enemigo mortal de la clase obrera, comprometido con la guerra en el extranjero y la guerra de clases en casa. Nuestro objetivo es la organización de un movimiento de masas de trabajadores y jóvenes contra el genocidio en Gaza, la guerra en Ucrania y los planes de guerra contra Irán y China, y construir la dirección socialista necesaria para esta lucha a vida o muerte.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de mayo de 2024)