Los cuatros días de la Convención Nacional Demócrata finalizaron el jueves con el discurso de aceptación de la vicepresidenta Kamala Harris como la candidata presidencial del Partido Demócrata.
En su conjunto, la convención consistió en una serie interminable de discursos vacíos y hosannahs para Harris que falsifican completamente su carrera derechista como fiscal, declaraciones de milmillonarios de que Harris será una “presidenta de alegría” y constantes invocaciones del carácter “histórico” de llevar a una mujer (multimillonaria) afroamericana y asiático-americana a la Presidencia.
Los demócratas buscaron sustituir la política por el entretenimiento, presentando a un conjunto de celebridades de Hollywood y música pop que respaldaron a Harris. No obstante, el verdadero contenido de las políticas que propone quedó claro en el discurso de clausura de la candidata: una agenda cada vez más intensa de guerra global.
Harris declaró: “Como comandante en jefe, me aseguraré de que Estados Unidos siempre tenga la fuerza más poderosa y letal del mundo”. Harris no dejó ninguna duda de quién será el blanco de esta fuerza, refiriéndose directamente a China, Rusia, Corea del Norte e Irán, los mismos países que el Gobierno de Biden-Harris puso en la mira en un nuevo documento de estrategia para una futura guerra nuclear.
Como en todo discurso importante de un político capitalista estadounidense, Harris se dirigió a dos audiencias al mismo tiempo. Con Wall Street y el aparato militar y de inteligencia, la verdadera base de apoyo del Partido Demócrata, Harris se comprometió a continuar la política exterior militarista del Gobierno de Biden para defender los intereses globales de la aristocracia financiera estadounidense.
Ella representa un par de manos seguras, proclamó, a diferencia del poco confiable y egoísta Trump, un tema abordado el último día de la convención por varios oradores de derecha, incluyendo al exsecretario de Defensa y exdirector de la CIA, Leon Panetta, un grupo de republicanos que ahora respaldan a Harris, y un trío de oficiales militares y de inteligencia que ahora ocupan escaños demócratas en la Cámara de Representantes.
Si bien la breve referencia de Harris al sufrimiento de la población palestina de Gaza se destacó en las noticias, y sin duda los apologistas pseudoizquierdistas del Partido Demócrata la aclamarán como un cambio significativo, esto se produjo después de que reiterara rotundamente la promesa inflexible de proporcionar ayuda militar ilimitada a Israel: “Siempre defenderé el derecho de Israel a defenderse, y siempre me aseguraré de que Israel tenga la capacidad de defenderse”.
En otras palabras, más bombas y misiles para matar a decenas de miles más en Gaza y potencialmente en Cisjordania, Líbano, Yemen, Irán y otros países de la región en la mira del imperialismo.
Para el público en general, Harris hizo una serie de promesas demagógicas sobre mejorar los niveles de vida, fortalecer la red de seguridad social y defender los derechos democráticos, como el derecho al aborto.
Pero es imposible combinar el gasto masivo requerido por una guerra mundial con programas sociales como la seguridad social, Medicare, Medicaid, los cupones de alimentos y Head Start. Hace sesenta años, el presidente demócrata Lyndon Johnson intentó combinar “armas y mantequilla” durante la guerra en Vietnam, antes de que su Gobierno colapsara. Kamala Harris ni siquiera lo intentaría si es elegida. Sus promesas sociales no son más que una retórica electoral cínica que abandonará el 6 de noviembre, el día después de la elección, si no antes.
Harris denunció a Donald Trump como una amenaza a la democracia y un criminal, pero no mencionó a sus cómplices de alto perfil en el Partido Republicano ni dentro del propio aparato de seguridad nacional. No se refirió a las declaraciones hechas por el presidente Joe Biden, en su discurso del lunes ante la convención, advirtiendo que Trump no aceptaría los resultados de una elección si perdía el 5 de noviembre. Y ni siquiera insinuó lo que haría el Gobierno de Biden-Harris en caso de que Trump y los republicanos busquen anular los resultados electorales, ya sea a través de maniobras legales que provoquen la intervención de una Corte Suprema ultraderechista o mediante la incitación directa a la violencia política.
En cambio, Trump fue presentado solo como un mal individuo, cuando Harris planteó la pregunta: “¿Cómo usaría él los inmensos poderes de la presidencia de los Estados Unidos? No los usaría para mejorar sus vidas. Tampoco para fortalecer nuestra seguridad nacional. Sino para servir al único cliente que ha tenido: él mismo”.
El candidato presidencial del Partido Socialista por la Igualdad, Joseph Kishore, señaló la conexión entre la diatriba militarista de Harris y sus llamados de unidad bipartidista para “superar la amargura, el cinismo y las batallas divisivas del pasado. No como miembros de un partido o facción, sino como estadounidenses”.
Kishore escribió: “En condiciones en las que Trump y el Partido Republicano están tramando establecer una dictadura, Harris y los demócratas hace un llamamiento a la unidad dentro de la clase dominante en defensa de sus intereses comunes de clase, sobre todo, las guerras en el extranjero, que requieren una intensificación de la guerra contra la clase trabajadora en el país”.
A lo largo del discurso, Harris se esforzó por usar un lenguaje de derecha que tranquilizara y atrajera a secciones de la cúpula del Partido Republicano. La multitud le hizo juego, cantando “¡USA! ¡USA!” cada vez que Harris pausaba para respirar.
Como señaló un columnista del Washington Post: “En muchos sentidos, fue un discurso que un republicano pudo haber pronunciado en el pasado: fuerte en la lucha contra el crimen, asegurando la frontera, prometiendo una ‘sociedad de oportunidades’, manteniendo al ejército de Estados Unidos como el ‘más letal’ del mundo y enfrentándose a dictadores, como el presidente ruso Vladímir Putin”.
El discurso de Harris refutó la mentira de que un Gobierno de Harris representaría un giro hacia la izquierda difundida por los apologistas pseudoizquierdistas del Partido Demócrata como Alexandria Ocasio-Cortez de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, sigla en inglés).
Esto es lo que le da a Trump su oportunidad de sacar provecho de los verdaderos agravios sociales y el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de los trabajadores. Él proporciona un chivo expiatorio al que atribuye estas condiciones, que son producto de la crisis del capitalismo, demonizando de manera racista a los inmigrantes. Al mismo tiempo, su “solución” a la crisis, el uso a gran escala de la violencia del Estado policial para detener y deportar a decenas de millones de trabajadores migrantes y sus familias, representa un peligro mortal para los derechos democráticos de la clase trabajadora en su conjunto.
Después del espectáculo fascistizante de la Convención Nacional Republicana del mes pasado, el discurso de Harris al cierre de la Convención Nacional Demócrata deja en claro las sorprendentes alternativas que ofrece al pueblo estadounidense el sistema bipartidista controlado por la patronal.
Los republicanos bajo Donald Trump se han convertido en un partido fascista, comprometido a arrestar y deportar a decenas de millones de inmigrantes mientras los culpa de la crisis capitalista. El Partido Demócrata instalaría un Gobierno de Harris fanáticamente militarista para intensificar la guerra contra Rusia en Ucrania, provocar junto a Israel una guerra con Irán y continuar la acumulación militar masiva contra China en el Indo-Pacífico. Hay que repetirlo: ambos partidos representan a la oligarquía corporativo-financiera que controla todo el sistema político.
El tema principal de las elecciones de 2024 es la bancarrota total del bipartidismo capitalista y la necesidad urgente de que la clase trabajadora promueva una alternativa independiente y socialista a los partidos políticos controlados por las corporaciones.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de agosto de 2024)
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