El martes, el presidente estadounidense Joe Biden pronunció un discurso belicista en Naciones Unidas, exigiendo la intensificación de la guerra contra Rusia e Irán, y amenazando China.
Apenas un día después de que Israel asesinara a casi 500 personas en un bombardeo brutal en Líbano, y mientras los misiles israelíes seguían tumbando edificios en las ciudades y pueblos libaneses, Biden subrayó su apoyo inequívoco al genocidio israelí en Gaza y la guerra general en Oriente Próximo.
Refiriéndose al grupo respaldado por Irán, Biden declaró: “Hezbolá, sin provocación alguna, se unió al ataque del 7 de octubre, arrojando cohetes a Israel. Cualquier país tiene el derecho y la responsabilidad de garantizar que tal ataque no vuelva a ocurrir jamás”.
El presidente exigió una “postura más firme para lidiar con la amenaza continua representada por Irán. Debemos negarles el oxígeno a las fuerzas terroristas que patrocina”.
Al mismo tiempo, las tropas estadounidenses y el portaaviones USS Abraham Lincoln están en el camino a Oriente Próximo para apoyar la ofensiva israelí contra Líbano y, en última instancia, Irán.
Aunque no parece posible, Biden fue incluso más agresivo exigiendo una escalada de la guerra con Rusia. “Cuando Rusia invadió Ucrania, pudimos habernos quedado al margen y simplemente protestado”, dijo Biden. En cambio, “Estados Unidos cubrió la necesidad, ofreciendo cantidades masivas de asistencia de seguridad”. Como resultado, “La OTAN es más grande, fuerte y está más unida que antes”. Añadió: “No podemos detener… no detendremos nuestro apoyo a Ucrania”.
Reproduciendo el mensaje de Biden, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, quien ha enviado a cientos de miles de jóvenes ucranianos a sus muertes en nombre de las potencias imperialistas, declarando, “Esta guerra no se puede apaciguar con discusiones. Es necesario actuar”.
“Rusia solo puede ser obligada a aceptar la paz”, dijo.
La Asamblea General de la ONU se ha convertido en una ocasión para la fuerte intensificación de la guerra global. En los días siguientes, Zelenski se reunirá con altos funcionarios estadounidenses sobre el anuncio esperado de EE.UU. y Reino Unido de que permitirán que Ucrania utilice las armas de la OTAN para ataques al interior de Rusia.
Las ramificaciones de tal decisión, que podría conducir a una guerra nuclear, son tan graves que hay reportes de divisiones dentro del Estado. Según un artículo del Washington Post el martes:
Hay divisiones en el Gobierno: incluso después de que el secretario de Defensa, Lloyd Austin, dejara en claro su firme oposición a suavizar las reglas sobre los bombardeos con ATACMS [Sistema de Misiles Tácticos del Ejército], el secretario de Estado, Antony Blinken indicó este mes en una visita a Kiev que él estaba dispuesto a considerar los argumentos de Ucrania y los presentaría ante Biden para una discusión más amplia en Washington. Esta discusión sigue, según funcionarios, y aquellos en el Consejo de Seguridad Nacional está intentando manejar las diferencias entre el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado.
En sus comentarios ante la Reunión Ministerial del Consejo Seguridad de la ONU el lunes, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, intentó vincular Rusia, Irán, Corea del Norte y China en una repetición de los comentarios de George W. Bush sobre un “eje del mal” antes de la invasión de Irak en 2003.
“Mientras Teherán suministra drones, misiles balísticos y entrenamiento a Putin, Rusia está compartiendo tecnología con Irán en materia nuclear, así como información espacial”, dijo Blinken. “Esto se produce mientras Irán sigue armando, entrenando y financiando fuerzas indirectas en Oriente Próximo para que lleven a cabo atentados terroristas en la región y más allá”.
Lo dice un alto cargo de un Gobierno que ha “armado, entrenado y financiado” a Israel mientras lleva a cabo un genocidio en Gaza y atentados terroristas en Líbano, incluyendo las explosiones de bíperes de la semana pasada.
Blinken añadió: “China, otro miembro permanente de este Consejo, es el principal proveedor de máquinas-herramienta, microelectrónica y otros artículos que Rusia está utilizando para reconstruir, reabastecer y acelerar su maquinaria bélica”.
Lo dice un alto cargo de un Gobierno que trabajó sistemáticamente para provocar la invasión rusa de Ucrania proporcionando miles de millones en armamento al régimen de extrema derecha de Kiev, instalado en un golpe de Estado en 2014, y que ha escalado sistemáticamente el conflicto en los últimos dos años y medio.
A dos meses de las elecciones presidenciales estadounidenses, cualquier debate serio sobre estas guerras está siendo excluido. Tanto la candidata demócrata Kamala Harris como el republicano Donald Trump apoyan sin ambages el genocidio de Gaza. Y si Trump cuestiona la participación de Estados Unidos en Ucrania, es solo porque cree que todos los recursos estadounidenses deberían dedicarse al conflicto con China.
En medio de su belicismo, Biden salpicó sus intervenciones en la ONU con declaraciones anodinas y color de rosa sobre el camino a seguir. Afirmó, “Me siendo más optimista sobre el futuro que en cualquier otro momento desde que fui elegido por primera vez al Senado de Estados Unidos en 1972”.
De hecho, detrás de la temeridad extrema de las potencias imperialistas, sobre todo de Estados Unidos, subyace una crisis económica, social y política que se intensifica.
Entre las preocupaciones de la oligarquía capitalista está el futuro del dólar estadounidense. En un artículo publicado en el centro de pensamiento proestadounidense Chatham House, David Lubin, antiguo responsable de Economía de Mercados Emergentes de Citigroup, declaró que “el dominio del dólar estadounidense es tanto una causa como una consecuencia del poder de Estados Unidos”.
Lubin continuó: “Aunque el dominio del dólar es incómodo para muchos países, el poder militar de EE.UU.… preservará su estatus como principal divisa en un futuro previsible”.
Con estas palabras, el exbanquero del Citigroup revela el Arcanium Imperii, o secreto del imperio: millones de fallecidos en las guerras libradas por Estados Unidos en todo el mundo, desde Corea hasta Vietnam, pasando por Irak y Afganistán, y ahora Rusia, Gaza y Libia, fueron sacrificados para asegurar la hegemonía del imperialismo estadounidense.
En otras palabras, la dominación global a través de la violencia militar es la última y mejor esperanza de la desesperada oligarquía financiera estadounidense para preservar su riqueza y sus privilegios. Esta ofensiva militar implicará una guerra cada vez más intensa contra la clase obrera. El catastrófico colapso de los niveles de vida bajo Biden fue solo el preludio.
En su discurso de apertura de la Asamblea General, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió: “Nuestro mundo está en un torbellino... las divisiones geopolíticas siguen profundizándose. Las guerras cobran fuerza sin que se sepa cómo acabarán, y las posturas nucleares y las nuevas armas proyectan una oscura sombra. Nos acercamos a lo inimaginable, un polvorín que corre el riesgo de engullir el mundo”.
Por precisas que sean estas advertencias, Guterres habló como si las causas de esta catástrofe inminente fueran un desastre natural o un acto de Dios, y no las acciones y declaraciones del presidente estadounidense y otros líderes imperialistas que hablaron inmediatamente después de él.
Corresponde a la clase obrera avanzar en su propia solución a la crisis que se profundiza. En todo el mundo, los trabajadores están entrando en lucha contra el estancamiento de su nivel de vida a medida que una parte cada vez mayor de los recursos sociales se destina a la guerra. Para detener la escalada de la matanza es necesario fusionar las demandas económicas de la clase obrera con la construcción de un movimiento contra la guerra, animado por la perspectiva del socialismo internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de septiembre de 2024)