Después de que altos funcionarios de la OTAN pidieran que Ucrania utilice las armas de la alianza para atacar profundamente al interior de Rusia, el presidente ruso Vladímir Putin presentó formalmente una propuesta para actualizar la política nuclear del país, que podría ampliar las condiciones en las que Moscú emplearía armas nucleares.
Pronunciándose ante el Consejo de Seguridad de Rusia el miércoles, Putin declaró: “La agresión contra Rusia por parte de cualquier Estado sin armas nucleares, pero con la participación o apoyo de un Estado con armas nucleares, debe considerarse como un ataque conjunto contra la Federación de Rusia”.
Añadió: “Tenemos el derecho de utilizar armas nucleares en caso de una agresión contra Rusia y Bielorrusia”.
Esta es la amenaza más directa y concreta de Putin hasta la fecha en cuanto al uso del arsenal nuclear ruso, uno de los dos mayores del mundo, como respuesta a los ataques continuos y cada vez más extensos contra infraestructura y ciudades rusas por parte de Ucrania, que cuenta con el respaldo de las potencias de la OTAN.
Anteriormente este mes, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, visitó Kiev, donde insinuó vigorosamente que los norteamericanos permitirían a Ucrania emplear armas de la OTAN de largo alcance contra Rusia. “Nos hemos ajustado y adaptado en la medida en que cambian las necesidades y cambia el campo de batalla”, indicó en respuesta a preguntas sobre el plan, “y no me queda ninguna duda de que lo seguiremos haciendo”.
Después de la reunión en Kiev, el Guardian reportó que “fuentes del Gobierno británico indicaron que ya se tomó la decisión de permitir a Ucrania utilizar misiles de crucero Storm Shadow contra objetivos al interior de Rusia”. El Economist y el Washington Post han publicado editoriales apoyando los bombardeos contra Rusia con armas de la OTAN, mientras que el ex primer ministro británico Boris Johnson abogó por ello en el Spectator.
La campaña de los medios de comunicación estadounidenses y la élite política que pide que Ucrania ataque las ciudades rusas con armas de la OTAN se ha centrado en la afirmación de que la política declarada de Rusia de que utilizaría armas nucleares para defender su territorio es un engaño.
Esta proposición, repetida en todos los periódicos de los Estados Unidos y aceptada públicamente por la élite política como evangelio, es un absurdo. En realidad, aquellos dentro del establishment político estadounidense y europeo que hacen esta afirmación saben que es falsa y simplemente están mintiendo al público. Saben que Putin no está mintiendo.
Esto quedó claro en un artículo publicado el jueves en el New York Times, titulado “La inteligencia estadounidense subraya los riesgos al permitir ataques de largo alcance por parte de Ucrania”.
El Times informa:
Las agencias de inteligencia estadounidenses creen que es probable que Rusia tome represalias con mayor fuerza contra Estados Unidos y sus socios de la coalición, posiblemente con ataques letales, si acuerdan dar permiso a los ucranianos para emplear misiles de largo alcance suministrados por Estados Unidos, Reino Unido y Francia para ataques en el interior de Rusia, dijeron funcionarios estadounidenses.
El artículo continúa: “La evaluación de inteligencia describe una gama de posibles respuestas rusas a una decisión de permitir ataques de largo alcance con misiles suministrados por Estados Unidos y Europa”, incluidos “ataques potencialmente letales contra bases militares estadounidenses y europeas”.
Como han declarado repetidamente los presidentes estadounidenses, mientras la OTAN se expandía a casi todos los países de Europa del este, cualquier ataque ruso contra el territorio de cualquier país miembro se considerará un ataque contra toda la OTAN. Según el artículo cinco de la Carta de la OTAN, todos los miembros de la alianza estarían obligados a ir a la guerra con Rusia.
Secciones significativas del establishment político estadounidense no solo aceptan la posibilidad de una fuerte respuesta militar rusa, sino que en realidad están tratando de provocar a Rusia para que tome este curso de acción.
Independientemente de cómo responda Rusia, sus represalias se aprovecharán para intensificar masivamente la participación de Estados Unidos en la guerra. La fecha de la respuesta de Rusia se llamará “el día en que todo cambió”, cuando “Putin lanzó su ataque no provocado e injustificado”, o “el día en que Putin rompió para siempre el tabú sobre el uso de armas nucleares”.
El imperialismo estadounidense, que busca intensificar la guerra en todo el mundo, funciona mediante la provocación, ya sea en Rusia, en Oriente Próximo o en el Pacífico. En su libro de 2021, The Strategy of Denial, Elbridge Colby, autor de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de 2018, explica lo vital que es para la propaganda estadounidense obligar a los objetivos en la mira del ejército estadounidense a “disparar el primer tiro” y, por lo tanto, ser vistos como los agresores:
Tal vez la forma más clara y, a veces, la más importante de garantizar que [un adversario] sea visto de esta manera es simplemente asegurándose de que sea el primero en atacar. Pocas intuiciones morales humanas están más profundamente arraigadas que la de que el que las inició es el agresor y, en consecuencia, el que presuntamente posee una mayor parte de responsabilidad moral.
En otras palabras, cualquier represalia por parte de Rusia sería el medio para orquestar una escalada masiva de la guerra, acompañada de ataques radicales contra los derechos democráticos, similares a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, pero a una escala aún mayor.
Los sectores de la élite política estadounidense y europea que presionan por una mayor escalada contra Rusia temen que se les está acabando el tiempo.
En primer lugar, el ejército ucraniano, después de haber combatido “hasta el último ucraniano”, se enfrenta al desastre. Rusia parece estar al borde de un avance militar significativo en el Donbás. En medio de la creciente oposición interna dentro de Ucrania a la guerra, todo el frente oriental corre el riesgo de colapsar sin una intervención sustancial de la OTAN.
Temen que una derrota en Ucrania sea catastrófica para la posición del imperialismo estadounidense, con consecuencias no solo militares, sino económicas, socavando significativamente el papel del dólar como moneda de reserva mundial.
En segundo lugar, las elecciones bien pueden llevar al poder al expresidente Donald Trump, quien representa a una sección de la élite política estadounidense que ve la guerra de Ucrania como una distracción de lo que consideran la máxima prioridad del imperialismo estadounidense: la guerra con China. Trump, quien ve la desastrosa guerra en Ucrania como una debilidad de la vicepresidenta Harris, también está apelando demagógicamente a la insatisfacción popular con la guerra como un medio para construir su movimiento fascista, a pesar de que su Administración, al proporcionar armas letales a Ucrania en 2019, desempeñó un papel importante en la provocación de la guerra. Con el fin de anticiparse a las consecuencias en materia de política exterior de una posible victoria de Trump, la Casa Blanca se está moviendo para crear “hechos sobre el terreno” que hagan inevitable una escalada de la guerra.
Ambos elementos de la situación objetiva están llevando a los sectores dominantes del establishment político estadounidense a impulsar una escalada importante y rápida de la guerra en los próximos dos meses, con consecuencias potencialmente catastróficas para toda la humanidad.
Es evidente que existen divisiones significativas dentro del Gobierno y Estado sobre la política. Sin embargo, la lucha contra la guerra no puede basarse en la especulación sobre las divisiones dentro de la clase dominante, ni mucho menos subordinar el accionar independiente de la clase trabajadora a las esperanzas de que uno u otro sector de la clase dominante se oponga a la escalada.
El gran peligro es que la gran mayoría de la población no tiene idea de los inmensos riesgos en la situación actual. Es urgentemente necesario hacer sonar la alarma, advertir a la clase trabajadora de los planes bélicos de gran alcance de la élite política estadounidense.
En todo el mundo, y en todo Estados Unidos, los trabajadores están entrando en lucha. Miles de trabajadores de Boeing, el mayor fabricante de aviones de Estados Unidos y un importante contratista de defensa, están librando una huelga decidida para proteger sus condiciones de trabajo y niveles de vida. Esto es parte de una ola más amplia de resistencia de la clase trabajadora a la explotación capitalista, que se intensifica por la asignación masiva de recursos a intensificar la guerra.
La tarea estratégica central es desarrollar dentro de la clase trabajadora una comprensión consciente de que la lucha contra la guerra de los oligarcas capitalistas en casa debe fusionarse con la lucha contra la guerra imperialista, y que ambas están inextricablemente conectadas a la lucha contra el sistema capitalista de ganancias y por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de septiembre de 2024)