El miércoles, 33.000 trabajadores de Boeing votarán sobre un contrato del sindicato International Association of Machinists (IAM) que pondría fin a su huelga de cinco semanas. Los trabajadores deben rechazarlo por el margen más amplio posible porque no satisface ninguna de sus demandas sobre salarios, pensiones y otros temas clave. También da luz verde a los despidos masivos que la gerencia ya ha comenzado, tanto en represalia contra la huelga como para pagar la crisis masiva causada por la mala seguridad de los aviones, que ha matado a cientos de personas.
La lucha en Boeing requiere una nueva estrategia, basada en una rebelión contra la burocracia del IAM, que nunca quiso la huelga y que ha tratado de hambrear a los trabajadores con sueldos de huelga inadecuados. Como declaró el Comité de Base de los Trabajadores de Boeing en una declaración el lunes: “Debemos luchar por el principio de que las bases tienen autoridad absoluta, no los funcionarios sindicales que se codean con la gerencia ni los funcionarios gubernamentales”.
Al mismo tiempo, la lucha en Boeing plantea la cuestión fundamental de quién dirige la sociedad y en interés de quién. Los trabajadores de Boeing deben responder a las acciones despiadadas de la empresa con la demanda de su nacionalización bajo control obrero, como parte de la transformación de la vida económica en su conjunto.
Los trabajadores de Boeing no se enfrentan solo a un contrato podrido y a una sola empresa. Las maniobras para poner fin a la huelga están íntimamente relacionadas con la política de guerra general de la clase dominante. Este es un contrato de guerra, rompiendo una huelga de trabajadores en una importante empresa de defensa a fin de asegurar las cadenas de suministro. La intervención de la secretaria de Trabajo interina, Julie Su, fue crucial para conseguir el acuerdo, al igual que el Gobierno intervino para fijar el contrato de los trabajadores portuarios de la costa este y el golfo de México a principios de este mes.
El imperialismo estadounidense está al borde de una guerra con Irán, a medida que el genocidio israelí en Gaza se expande en una guerra regional en Oriente Próximo. Al mismo tiempo, Estados Unidos está intensificando su guerra por delegación contra Rusia hasta el punto de arriesgar un conflicto nuclear y preparando una nueva guerra contra su principal rival, China. Todos estos conflictos son, de hecho, las etapas iniciales de una guerra global. La clase dominante estadounidense no puede permitir que estos planes se vean obstaculizados por la oposición masiva dentro de la clase trabajadora a la explotación y la desigualdad.
Las políticas militares y económicas, nacionales y exteriores están siendo subordinadas al único objetivo de un conflicto total con los rivales del capitalismo estadounidense. La Administración de Biden se jactó de que su Estrategia de Seguridad Nacional 2022 haya “borrado la línea divisoria entre la política interior y exterior”.
Un comentario del Wall Street Journal sobre la huelga de Boeing el lunes resumió el pensamiento estratégico de la clase dominante. “Estados Unidos está en una competencia geopolítica con China definida no solo por el poder militar sino también por la destreza económica y tecnológica”, escribe Greg Ip, comentarista jefe de economía del Journal. Boeing sigue siendo el mayor exportador de manufacturas de EE.UU., para el que no existe una alternativa lista.
Ip también cita el papel del fabricante de chips Intel en proporcionar una fuente alternativa de semiconductores a Taiwán, que sería el principal campo de batalla en una guerra con China. Por lo tanto, “por mucho que a los líderes nacionales les gustaría ignorar los problemas de estas empresas, no pueden. La seguridad nacional dicta que EE.UU. debe mantener algunos conocimientos técnicos en la fabricación de aviones y semiconductores”.
La clase dominante no puede implementar su política de guerra sin movilizar y subordinar a toda la sociedad a ella. En primer lugar, esto requiere que se rompa la resistencia de los trabajadores, expresada en el creciente número de huelgas en los últimos cuatro años.
Los burócratas del IAM y otros sindicatos no son solo traidores a favor de las corporaciones, sino instrumentos del Gobierno. Cada traición importante en el período reciente, desde la prohibición de la huelga ferroviaria hasta los despidos masivos aprobados en UPS, la industria automotriz y otras industrias, se coordinó estrechamente con la Casa Blanca para asegurar las cadenas de suministro y la industria de EE.UU. para el conflicto con los rivales extranjeros de Wall Street.
Este es el verdadero contenido de las políticas laborales de Biden, que quedó claro en julio cuando llamó a los sindicatos su “OTAN nacional”.
Resumiendo la perspectiva de la burocracia, el presidente del sindicato United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, elogió la producción de bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial y la economía de guerra de ese período como el ejemplo que los trabajadores deben seguir hoy. Fain y el aparato del UAW están actualmente aislando una huelga en Eaton, que suministra piezas a Boeing, después de autorizar el despido de más de 2.300 trabajadores en Stellantis.
Otra función clave de la guerra es imponer una “unidad nacional” artificial desviando las tensiones sociales masivas hacia un “enemigo” extranjero. Es un elemento importante de la respuesta de la clase dominante a la creciente ola de huelgas de trabajadores en todo Estados Unidos y el mundo, impulsada por la ira por la desigualdad masiva y la erosión de los niveles de vida.
Pero las condiciones que empujan al capitalismo hacia la guerra también impulsan la revolución social. Desde su inicio, las guerras son profundamente impopulares, y su conexión con los ataques masivos contra la clase trabajadora está demostrando a los trabajadores que ellos son los que están pagando los billones que se gastan en la guerra.
Los trabajadores de las empresas rivales de Boeing también están luchando contra los recortes masivos, ya que cada sección nacional de capitalistas compite por quién puede extraer más ganancias de los trabajadores. Los trabajadores brasileños de Embraer han rechazado su propio contrato propatronal, los trabajadores de Airbus están luchando contra los despidos masivos y los trabajadores de Eaton en Reino Unido e Illinois están llevando a cabo huelgas.
La creciente ira social en la clase trabajadora la está llevando a entrar en conflicto con la burocracia sindical, como lo demuestra la creciente serie de rechazos y rebeliones contractuales. La expresión más consciente de esto es el crecimiento de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB).
Mientras tanto, ningún partido oficialista tiene algo que ofrecer a los trabajadores, excepto diferentes formas de dictadura y guerra. El ataque de Trump la semana pasada contra el “enemigo interno” demuestra cómo toda la clase dominante ve a los trabajadores en casa como el mayor peligro, incluso mayor que China o Rusia.
Como explicó el Comité de Base de los Trabajadores de Boeing en su declaración del lunes: “Nuestra huelga también ha revelado el hecho de que la sociedad está dividida en dos grandes campos: los trabajadores que crean la riqueza y los capitalistas que viven explotándonos. Nuestra huelga es una lucha por quién controla la riqueza de la sociedad, nosotros o ellos”.
Para los trabajadores, esto requiere una nueva estrategia, basada en la movilización de su inmenso poder de forma independiente de los partidos capitalistas militaristas y sus lacayos sindicales. Rechazando la falsa “unidad nacional” de la guerra imperialista, deben unirse en todo el mundo sobre la base de sus intereses comunes. La clase obrera, que no tiene ningún interés en el saqueo imperialista, solo puede defender sus intereses a través de una lucha intransigente contra la guerra.
Sin embargo, la lucha contra la guerra exige una lucha contra su origen: el propio sistema de ganancias capitalista. La lucha en Boeing plantea directamente la necesidad del control obrero de la producción, incluida la nacionalización de Boeing. La subordinación de la producción al implacable afán de lucro es responsable de la interminable serie de desastres, así como de la intensificación de los ataques de la empresa contra los trabajadores.
Esto a su vez debe estar conectado a la lucha por el poder obrero, por la reorganización de la sociedad para satisfacer las necesidades sociales, no el lucro privado, sobre la base de la planificación global, no la guerra imperialista. Esa es la tarea del socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de octubre de 2024)