El análisis que ha realizado el CICI de la línea política del Workers Revolutionary Party desde su formación en 1973 ha probado que el colapso de esta organización en el verano y otoño de 1985 fue un producto directo del oportunismo. La expresión predominante de esta traición al trotskismo fue la subordinación de los intereses de la revolución socialista mundial a las necesidades prácticas inmediatas de la organización británica. El crecimiento del chovinismo dentro del WRP reflejaba las presiones directas del imperialismo británico sobre el partido, principalmente sobre su dirección. Healy, Banda y Slaughter llegaron a considerar y tratar al Comité Internacional como si este formara parte de una pequeña mancomunidad dominada por el WRP, utilizada como un medio de ingresos económicos y manipulada a instancias de su propia política exterior.
Para los años ochenta, los métodos con los cuales dominaban el Comité Internacional empezaron a parecerse a las prácticas usadas durante siglos por la clase gobernante británica: perjurio de día y adulterio de noche, literalmente. Incluso después de que su Comité Político se hubiera desintegrado y transformado en una cantina política para facciones alborotadas, sus miembros aún podían colaborar serenamente en agosto de 1985 para extorsionar decenas de miles de libras esterlinas al Comité Internacional.
No es posible, por supuesto, asegurar cuál fue el “momento” en el que empezó la degeneración. En ninguna etapa dichos procesos proceden en una línea recta. Hay días en los que un moribundo demuestra una energía que impresiona a su familia y allegados. Pero no debe haber duda de que la decadencia política del WRP estuvo inseparablemente ligada a su alejamiento de la lucha internacional contra el revisionismo —la principal fuente teórica de la lucha por construir el partido mundial— a comienzos de 1970.
Los logros prácticos que se consiguieron en Gran Bretaña en medio del levantamiento anticonservador llevaron a la Socialist Labour League a dejar de lado la lucha política y teórica esencial dentro del CICI —por encima de todo, la lucha contra el centrismo de la OCI—. En el preciso momento en que el movimiento de masas requería la elevación de la consciencia teórica de la dirección y los cuadros, la sección británica estaba desarmada. La adaptación a la consciencia sindical espontánea del movimiento de masas se reflejó programáticamente en los documentos de fundación del WRP, los cuales ya indicaban una seria desviación oportunista. Luego, los virajes políticos dentro del movimiento obrero después de la elección del gobierno de Wilson produjeron diferenciaciones dentro del WRP que la dirección no pudo confrontar objetivamente. El resultado de la guerra faccional que irrumpió dentro del WRP bajo las presiones de la poderosa socialdemocracia británica fue un cambio en el eje de clase del Workers Revolutionary Party. La línea política después de esto —las violentas oscilaciones entre el aventurerismo ultraizquierdista y el oportunismo derechista— reflejó la creciente dominación de la clase media, cuyos giros políticos durante los quince años anteriores en el país se parecieron, si se midieran, a la gráfica de fiebre de un paciente con malaria.
Para 1979, los errores catastróficos cometidos por Healy y Banda durante los cinco años anteriores habían separado al WRP considerablemente de la vida real del proletariado británico. La línea política reflejaba cada vez menos las necesidades de la clase trabajadora. El Comité Político de Healy se había degenerado en una camarilla desmoralizada de comparsas, hombres serviciales y lacayos totales —de entre los cuales Mike Banda era el representante más distinguido—. Dándose cuenta de que el partido estaba tambaleándose al borde del abismo, Healy y Banda se agarraron desesperadamente de las podridas cuerdas de la burocracia sindical y de varios regímenes burgueses de Oriente Próximo.
Los siguientes cinco años completaron la transformación del partido de un movimiento trotskista orgulloso a un corrupto apéndice de la socialdemocracia. Nadie expresó esta transformación de manera más completa y trágica que el propio Healy. A comienzos de los años setenta cometió precisamente el error inaceptable para un revolucionario: se sintió satisfecho con pequeños éxitos. Y lo que es aún peor, se olvidó de que los logros del movimiento británico no solo eran el producto de su propia labor y la de los camaradas de la SLL, sino del movimiento trotskista en su conjunto. Se olvidó de que nada habría sido posible sin la pasión de generaciones enteras de revolucionarios, cuyas luchas de vida o muerte en todo el mundo fueron inmortalizadas en el genio de León Trotsky y los principios por los cuales luchó.
Healy llegó a pensar que podía engañar a la historia y que había encontrado un atajo táctico hacia la revolución. Incluso se estafó a sí mismo en creer que podía llevar una doble vida: pregonando la disciplina revolucionaria en público mientras se daba todos los gustos en privado. Pero esta gran ilusión se derrumbó en 1985. Todos los logros que se habían construido a lo largo de un período de cuatro décadas estaban en ruinas. Nunca han sido expuestas tan claramente las horrendas implicaciones del oportunismo. Healy, quien pensó que podía violar los preceptos de la genuina moral revolucionaria secreta e impunemente, se dio de bruces públicamente en la alcantarilla, salpicado de lodo y fango. El hombre que había desarrollado tal desprecio hacia los “pequeños grupos trotskistas” del CICI fue merecidamente echado de su local de Clapham por enfurecidos miembros del partido con palos y piedras, y encontró asilo solo en una guarida secreta que le proporcionó Vanessa Redgrave.
Solo una fuerza pudo haber salvado al WRP, e incluso al mismo Healy, del abismo —el Comité Internacional de la Cuarta Internacional—. En ninguna otra parte pudieron haber estudiado y analizado objetivamente los problemas del movimiento británico dentro del contexto del desarrollo histórico del movimiento trotskista a escala mundial.
Existía, sin lugar a dudas, una herencia de desarrollo político desigual dentro del Comité Internacional. A partir de los años cincuenta, el oportunismo —y no el aislamiento de la clase trabajadora— había causado estragos enormes dentro del movimiento trotskista. El pablismo destruyó prometedores movimientos en países de todo el mundo. La deserción del Socialist Workers Party estadounidense en 1963 asestó un gran golpe traidor a la Cuarta Internacional. Por unos cuantos años, únicamente la SLL británica y la OCI francesa representaban movimientos con más experiencia que estaban profundamente arraigados en la historia y las tradiciones del trotskismo. Las otras secciones del CICI que fueron fundadas durante ese período contaban con direcciones muy jóvenes sin experiencias previas o significativas en el movimiento revolucionario. Eran dependientes primordialmente de la SLL y la OCI para su aprendizaje teórico y político. La ruptura de 1971 significó que la sección británica ejercía una enorme influencia dentro del CICI.
Era natural que Healy y el WRP ejercieran, por un período, su autoridad como “primeros entre iguales” dentro del CICI. Su objetivo, sin embargo, debió haber sido superar el desarrollo desigual y trabajar por la creación de una dirección internacional homogénea. En cambio, los dirigentes del WRP, cada vez más conscientemente, buscaron explotar este desarrollo desigual. Los dirigentes del WRP por lo tanto transformaron el resultado de un proceso histórico en un factor totalmente negativo. Sus dirigentes se olvidaron de que el “desarrollo desigual” en sí era relativo y podía ofrecer el recurso dialéctico para la educación de la Internacional en su conjunto.
Incluso la sección más experimentada y con la militancia más grande inevitablemente se estancaría y degeneraría si no estudiaba constantemente los problemas políticos y teóricos del movimiento mundial. Pero el WRP cesó de preocuparse en lo mínimo de los problemas políticos complejos que las otras secciones del CICI se vieron obligados a confrontar día a día. Mientras que los dirigentes del WRP se jactaban incesantemente de sus recursos materiales, hicieron caso omiso al importante trabajo teórico que se estaba realizando en otras secciones del CI. A diferencia del WRP, que podía encubrir (momentáneamente) su crisis política usando sus vastos recursos, las otras secciones del CICI solo podían sobrevivir en base a la lucha diaria por una orientación política correcta.
Más aún, las otras secciones del CICI tenían una gran ventaja sobre el WRP. El centro de su existencia era el internacionalismo. Este no era solamente el caso para un puñado de líderes sino para la militancia en su conjunto. Sin embargo, dentro del WRP, el eje de su vida política era británico. Muchos miembros del WRP —de hecho, la gran mayoría— no sabían absolutamente nada de la vida interna de sus partidos hermanos. Como el CICI supo posteriormente, no se hacían circular los periódicos de las otras secciones en las células del WRP. Era aún más deplorable que los propios dirigentes no sabían virtualmente nada del trabajo de las otras secciones, excepto para datos faccionales que explotaban cuando se presentaba la necesidad. Esta arrogancia provinciana afectaba a toda la dirigencia. Cuando Tom Kemp viajó a los EUA para dar clases durante un año en una universidad no llamó ni una sola vez a la Workers League, la cual se enteró de su estadía cuando ya se había ido. Posteriormente, se descubriría que había sido colaborador en una revista publicada por los estalinistas en los EUA.
Poco después de la ruptura, Slaughter inventó la teoría de que había habido una “degeneración por igual” en todas las secciones del CICI. Esta salvaje mentira —que fue creada con el único cometido de encubrir los crímenes de la dirección del WRP en su conjunto— se topó con un problema. Cuando los desafiaron, ni Slaughter ni nadie del WRP pudieron sustentar estas acusaciones en base a un análisis político real del trabajo de las secciones. No habrían sabido ni por dónde empezar. Es más, los verdaderos errores serios cometidos por las secciones generalmente fueron el producto de la confusión creada por las desleales intervenciones de Healy, Banda o Slaughter en las asambleas del CICI.
A lo largo de los años ochenta, fue surgiendo gradualmente dentro de las secciones del CI el reconocimiento de que había algo gravemente mal con el WRP. El hecho de que el WRP no permitió que las críticas emitidas por la Workers League fueran propiamente circuladas y discutidas indicaba que Healy, Banda y Slaughter sospechaban que sus perspectivas pudieran ganar un apoyo amplio dentro del CICI. Esto fue confirmado históricamente: las que parecían ser en 1982 posiciones totalmente aisladas de una minoría se convirtieron al cabo de tres años, una vez que los documentos fueron cuidadosamente estudiados, en los puntos de vista de la mayoría de los dirigentes de los cuadros del Comité Internacional.
Sin embargo, es un hecho que la dominación del CICI por parte del WRP continuó durante varios años antes de que hubiera innegables señales de degeneración política. En el mejor de los casos, el CICI habría intervenido apropiadamente y habría forzado una discusión a mediados de los setenta, o quizás antes. En respuesta a esto, solo podemos decir que cualquiera que esté familiarizado con la historia del movimiento obrero sabe cuán difícil es corregir a una dirección antigua —especialmente si es identificada con décadas de lucha—.
Más aún, la crisis de dirección revolucionaria no es una mera frase. Es la parte orgánica de procesos históricos profundos y complejos dentro del desarrollo político de la clase trabajadora internacional. Finalmente, el impulso social por derrotar a la camarilla de Healy, Banda y Slaughter salió del auge de la lucha de clases en Reino Unido —sobre todo de la huelga de los mineros— la cual en un espacio de doce meses estremeció la estabilidad del aparato de Healy y abrió las fisuras a través de las cuales irrumpió la oposición dentro del CICI y el WRP.
Desde el punto de vista de analizar la naturaleza de clase de las diferencias que emergieron en el WRP y el CICI, es altamente significativo que el centro de la oposición principista a la camarilla de Healy, Banda y Slaughter en la sección británica surgió de los militantes obreros de Yorkshire y Mánchester. Esta oposición fue dirigida por Dave Hyland, quien se involucró profundamente en la huelga de los mineros. Fue entre estas fuerzas proletarias, junto con los líderes de los Young Socialists (Jóvenes Socialistas), que el CICI encontró una poderosa y sólida base de apoyo. Durante las asambleas del CICI en octubre de 1985, la seguridad de las reuniones del CI estuvo garantizada por los mismos mineros. En una ocasión le advirtieron directamente a Banda —aún secretario general del WRP— que ellos intervendrían directamente en su contra si intentaba cualquier provocación contra los miembros del CICI. Luego, en las semanas siguientes que llevaron a la ruptura final entre el CICI y el WRP, los dirigentes y seguidores de la facción Slaughter-Banda casi no podían controlar su odio de clase contra la tendencia de Hyland. Era como si la huelga de los mineros se volviera a luchar dentro del WRP.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional ha sobrevivido y ha derrotado el más pernicioso ataque dirigido contra el trotskismo desde 1953, y esta es la más poderosa reivindicación de los principios en los que se basa el CICI. A pesar del tamaño del aparato del WRP y los amplios recursos bajo su control, Healy, Banda y Slaughter no pudieron acabar con el marxismo en el Comité Internacional. Las lecciones de los quince últimos años, adquiridas a lo largo de amargas y prolongadas luchas, son ahora asimiladas en cada sección del CICI y nunca serán olvidadas. Servirán de base para la educación de todos aquellos que entren en el movimiento trotskista. Las conquistas del año pasado se están consolidando ahora sistemáticamente. Dentro de las secciones y entre ellas, los cuadros están uniéndose en base a firmes fundamentos programáticos. Se está llevando adelante una lucha sin cuartel e inflexible contra todos los liquidacionistas y su cinismo y escepticismo venenosos. Las grandes ideas de liberación de León Trotsky están firmemente arraigadas una vez más dentro del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
9 de junio de 1986
Peter Schwarz, Ulli Rippert (Bund Sozialistischer Arbeiter, Alemania Occidental)
Keerthi Balasuriya (Revolutionary Communist League, Sri Lanka)
Nick Beams (Socialist Labour League, Australia)
Dave Hyland (International Communist Party, Reino Unido)
David North (Workers League, EUA, en solidaridad política con el CICI)