171. Durante el período entre 1968 y 1975 hubo inmensos levantamientos de la clase trabajadora. Los movimientos izquierdistas y socialistas crecieron significativamente en todo el mundo. En medio de la potente huelga de los trabajadores británicos en el verano de 1972, el Daily Telegraph publicó un editorial titulado, ¿Quién gobernará?. Dicho editorial planteaba el espectro del derrocamiento revolucionario del estado capitalista por la clase trabajadora. En Estados Unidos, el gobierno de Nixon intentó imponer el control de los salarios —con el apoyo de la burocracia de la AFL-CIO— pero fracasó debido a la rebeldía de una clase trabajadora cada vez más militante. En país tras país los trabajadores se mostraron inagotablemente determinados a luchar en defensa de los intereses de su clase. Pero el problema histórico central identificado por Trotsky en 1938 — la “crisis histórica de la dirigencia del proletariado” —, siguió sin resolverse. Las antiguas burocracias estalinistas, socialdemócratas y sindicalistas, con el apoyo decisivo de las organizaciones pablistas, se valieron de su influencia para desviar, desorientar y suprimir las luchas de masas de los trabajadores que amenazaban el dominio burgués. Situaciones con enormes posibilidades revolucionarias fueron desviadas, apaciguadas, traicionadas y llevadas a la derrota. Las consecuencias de las traiciones estalinistas y socialdemócratas se expresaron de la manera más clara en Chile, donde el gobierno “socialista” de Allende, con la ayuda del Partido Comunista, hizo todo lo posible para prevenir que la clase trabajadora tomara el poder. El hecho que el mismo Allende perdiera su vida como consecuencia de sus esfuerzos para prevenir el derrocamiento del estado capitalista no le exonera de haber sido responsable por facilitar el golpe militar que el general Pinochet dirigió el 11 de septiembre de 1973.
172. La incapacidad de la clase trabajadora de salir del atolladero político creado por sus propias organizaciones le ofreció a la burguesía el tiempo necesario para estabilizar y reorganizar el frágil orden mundial. Para mediados de 1975, había indicios que lo peor de la crisis económica ya había transcurrido. El Fondo Monetario Internacional recicló los petrodólares que habían ingresado en el Oriente Medio después de la cuadruplicación de los precios del petróleo y los reenvió a los principales centros capitalistas bancarios para abastecer al sistema económico mundial con una nueva liquidez. La “reinflación” auspiciada por el FMI le brindó al Primer Ministro Harold Wilson, del Partido Laborista de Inglaterra, los créditos financieros que necesitaba para llegar a un acuerdo temporario con la burocracia sindicalista al mismo tiempo que ésta se preparaba para lanzar nuevos ataques contra la clase trabajadora. Las intenciones políticas reaccionarias del Partido Laborista se expresaron de la manera más consciente en septiembre de 1975, cuando el gobierno de Wilson ordenó una redada policial sin precedentes contra el centro educativo del Workers Revolutionary Party.
173. A finales de 1975, la burguesía internacional comenzó a explotar las frustraciones sociales, resultado de la incapacidad de la clase trabajadora de imponer una solución socialista y revolucionaria a la crisis. En Australia, en noviembre de 1975, el Gobernador General John Kerr, intervino en la crisis política que crearon las acciones provocativas del Partido Liberal burgués para destituir al gobierno laborista del Primer Ministro, Gough Whitlam, que había sido elegido democráticamente. Esta acción sucedió en una época en que bien se sabía que la CIA estaba metida hasta las narices en un intento para desestabilizar al gobierno de Whitlam. El “golpe de estado” de Kerr provocó amplias manifestaciones de la clase trabajadora que exigían que Whitlam se defendiera a sí mismo y desafiara a Kerr. Cientos de miles de manifestantes obreros por toda Australia exigieron que Whitlam despidiera a Kerr. Pero Whitlam capituló servilmente ante el Gobernador General y renunció su puesto. La cobardía de esta política por parte de las burocracias sindicalistas tuvo su función: darle ánimo a la burguesía internacional para creer que podía atacar a la clase trabajadora con impunidad. En Argentina, los militares derrocaron el gobierno peronista —que había recibido el apoyo de los pablistas— e iniciaron un régimen de terror contra la izquierda. En Sri Lanka e Israel, gobiernos derechistas se apoderaron del poder y abogaron por el monetarismo anti keynesiano promovido por Milton Friedman, cuyas teorías económicas ya habían sido puestas en práctica por la dictadura Chilena
174. En mayo de 1979, el Partido Tory, dirigido por Margaret Thatcher, llegó al poder en Inglaterra. Las condiciones políticas para su victoria fueron creadas por la política derechista del gobierno Laborista. La ira de la clase trabajadora estalló en una ola de huelgas entre a finales de 1978 y principios de 1979 el llamado “Invierno del descontento”. La burocracia sindicalista saboteó todas esas huelgas. En Estados Unidos el gobierno de Carter giró marcadamente hacia la derecha luego de una prolongada huelga de mineros entre 1977 y 1978 que duró más de 100 días. El gobierno invocó el Acta Taft-Hartley para ordenar a los mineros que regresaran a sus puestos, pero éstos desobedecieron la orden, la cual no se pudo cumplir. La clase gobernante estadounidense decidió que los ataques contra la clase trabajadora en el futuro requerirían una preparación minuciosa. En agosto de 1979, el presidente Carter nombró a Paul Volcker como presidente del Banco Federal de Reservas y éste procedió a aumentar los tipos de interés a niveles sin antecedentes históricos con la intención de provocar una recesión que aumentaría significativamente los niveles de desempleo, debilitaría a la clase trabajadora y prepararía el campo para una extensa ofensiva derechista. El cambio brusco hacia una confrontación de clases quedó bien claro cuando el Partido Republicano nominó a Ronald Reagan a la presidencia y éste fue elegido presidente en noviembre de 1980. Fue inaugurado en enero de 1981. Poco más de seis meses después, en agosto, el gobierno de Reagan reaccionó a la huelga organizada por la PATCO [Professional Air Traffic Controlers Organizatión/Controladores Profesionales de Tráfico Aéreo; siglas en inglés) despidiendo a 11.000 controladores. La AFL-CIO rehusó tomar toda acción para defender a estos trabajadores. Este ataque marcó el principio del final del movimiento sindicalista como fuerza social importante en Estados Unidos. El gobierno había dado luz verde a las empresas, autorizándolas a romper las huelgas abiertamente. Adicionalmente, los sindicatos de la AFL-CIO dejaron bien claro que no harían nada para detener esta furia derechista desenfrenada contra la clase trabajadora.
175. Los atrasos que la clase trabajadora sufrió en las sedes principales del capitalismo le facilitaron a los intereses imperialistas a imponer su voluntad de manera más agresiva. La Primer Ministro Thatcher despachó la marina británica al Atlántico del Sur para sacar a Argentina de las islas Malvinas. El gobierno de Reagan se metió hasta las agallas en una guerra sucia contra fuerzas izquierdistas en El Salvador y Nicaragua; intensificó su colaboración con los muyahidines de Afganistán; envió sus fuerzas armadas al Líbano; intensificó su retórica acerca del “imperio del mal”; y despachó tropas a Granada.