El 4 de julio, el presidente Joe Biden dio un discurso en el que afirmó efectivamente que la pandemia de COVID-19 se había acabado en EE.UU. Biden dijo que el país estaba “declarando nuestra independencia de un virus mortal… Podemos vivir nuestras vidas, nuestros hijos pueden volver la escuela, nuestra economía está recuperándose estruendosamente”.
Biden ha repetido este tema en un discurso tras otro. El 13 de mayo, afirmó que EE.UU. se estaba acercando a la “meta final” en cuando a la pandemia. El 15 de junio, dijo: “Estados Unidos se dirige a un verano dramáticamente distinto al verano del año pasado: un verano de libertad, un verano de felicidad, un verano de reuniones y celebraciones. Un verano tradicional estadounidense que este país se merece después de un largo, largo invierno oscuro que todos soportamos”.
En realidad, desde el anuncio de Biden de “independencia” respecto al COVID-19, los casos nuevos se han multiplicado por siete, mientras que las hospitalizaciones y los decesos están aumentando, en la medida en que la variante Delta de la enfermedad se ha vuelto dominante. En los epicentros del actual brote pandémico —Arkansas, Luisiana y Florida—, los contagios alcanzaron su nivel más alto desde enero y se acercan a nuevos máximos.
A lo largo de 2020, el entonces presidente Donald Trump repitió la afirmación de que la pandemia “desparecerá”. Las mentiras de Trump buscaban eliminar todas las medidas de distanciamiento social impuestas para contener la propagación del COVID-19, con el objetivo de que los trabajadores volvieran a sus puestos para aumentar las ganancias de la oligarquía financiera.
Las mentiras de Biden sobre la “independencia” de la pandemia tienen el mismo objetivo: justificar el abandono de las restricciones a la propagación del COVID-19. “Quítense la mascarilla. Se ganaron el derecho”, declaró Biden en mayo.
Y de la misma manera en que la insistencia de Trump en reabrir los negocios y las escuelas alimentó un masivo rebrote, el impulso del Gobierno de Trump para que los estadounidenses abandonen el uso de mascarillas y el distanciamiento social ha alimentado el que quizás se convierta en el mayor brote de la pandemia hasta la fecha.
“Casi el mismo número de casos fueron reportados hoy (70.264) como este mismo día el año pasado (71.600)”, declaró Caitlin Rivers, epidemióloga de la Universidad Johns Hopkins el domingo.
Pero lo peor está por venir. El miércoles, el Centro de Modelos de Escenarios de COVID-19, un equipo de investigadores que consulta con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), publicó un modelo que muestra que las muertes diarias de COVID-19 en EE.UU. podría superar 4.000 para octubre, el máximo en toda la pandemia.
Si bien este es el peor escenario posible en el modelo, los autores del estudio subrayan que el actual incremento en contagios está siguiendo sus peores proyecciones. “Lo que está pasando en el país con el virus coincide con nuestros escenarios más pesimistas”, indicó Justin Lessler, un epidemiólogo de la Universidad de Carolina del Norte que ayuda a administrar el centro de modelos.
Esta es una advertencia extraordinaria. Pese al acceso a las vacunas, las cifras de muertes podrían volver a los niveles del otoño pasado: un resultado predecible de las políticas del Gobierno de Biden y de otros Gobiernos en todo el mundo.
CNN inició su programa “State of the Union” el domingo con una entrevista con el Dr. Anthony Fauci, el asesor médico jefe de Biden. El moderador arrancó con la interrogante: “¿Crees que de verdad sea posible que empeore tanto la situación, 4.000 muertes por día?”.
Si bien Fauci no respondió a pregunta directamente, dio una fuerte advertencia: “Vamos en la dirección equivocada”.
De manera separada al Centro de Modelos de Escenarios de COVID-19, el epidemiólogo Eric Topol le dijo al New York Magazine que un escenario posible concibe un aumento de casos diarios en EE.UU. a 250.000, casi cuatro veces el nivel actual. “Estamos siguiendo exactamente a Reino Unido”, afirmó. “Ellos tienen más de 50.000 casos. Y si multiplicas eso por cinco, para la diferencia poblacional, tendríamos 250.000, es una extrapolación fácil. Puede que nos estemos dirigiendo en esa dirección”.
Dio la ominosa advertencia de que el 10 por ciento de los contagiados sufran síntomas de “COVID largo” por varias semanas, meses o incluso durante el resto de la vida de las víctimas. Como lo indicó, “Los que no pueden trabajar, la verdadera e importante ‘niebla cerebral’, los que realmente lo están sufriendo, es probablemente uno de cada 10”.
Frente a este desastre, con cientos de miles de personas que están falleciendo y decenas de miles que están sufriendo síntomas debilitantes de largo plazo, la clase gobernante estadounidense está exigiendo la continuación de su política asesina de “inmunidad colectiva”.
En una entrevista para NBC News el jueves por la noche, la directora de los CDC, Rochelle Walensky, insistió en la demanda del Gobierno de Biden de que todas las escuelas deben reabrir en el otoño, varios meses antes de que los niños menores de 12 años sean elegibles para la vacuna.
Cuando le preguntaron, “¿Existe cualquier consideración, cualquier escenario que la haría echar marcha atrás sobre la reapertura de escuelas?”, Walensky respondió: “Sigo subrayando que nuestras escuelas necesitan abrir en el otoño. Necesitan abrir para clases completamente presenciales”.
Cuando le preguntaron, “¿Los CDC no están recomendando que las personas completamente vacunadas usen mascarillas?”, replicó sin rodeos, “No lo estamos haciendo”.
En su indiferencia total hacia la defensa de la vida humana frente a la pandemia, el Gobierno de Biden está llevando a cabo la política común de las clases gobernantes de toda Europa, América y prácticamente todo el mundo.
Esto quizás se ve reflejado de la manera más abierta en el Gobierno del primer ministro británico Boris Johnson. En un tuit este fin de semana, el ministro de Salud británico, Sajid Javid, le dijo al público que no debe “acobardarse” ante la enfermedad, y que debe aprender a “vivir con” la pandemia.
La epidemióloga Deepti Gurdasani, una autora destacada del estudio en la revista Lancet que condena la promoción del Gobierno británico de “la inmunidad colectiva a través de contagios masivos”, denunció la declaración de Javid: “Preocuparse no es acobardarse. Eliminar las protecciones para las personas cuando la mitad de nuestra población no se ha vacunado es doblegarse a la ideología”.
En palabras del Wall Street Journal, Reino Unido es “un caso de prueba” para saber si es posible “disfrutar algo que se asemeje a la vida prepandémica frente a versiones del virus de transmisión rápida”.
El Journal elaboró al respecto: “El experimento debería dar una señal fuerte sobre si el COVID-19 puede ser relegado al nivel de una amenaza manejable y estacional como la influenza y si los confinamientos y el distanciamiento social pueden ser cosa del pasado”.
Este “experimento” se está repitiendo en todo el mundo, incluso en Estados Unidos. Como dejó claro el pasado fin de semana el excomisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos, Scott Gottlieb, “Las suposiciones incorporadas a esos modelos son que no hay mitigación, ni órdenes de uso de mascarillas, ni cierres de empresas”. Y añadió. “Creo que es probable que esa sea la norma”.
En respuesta a la total intransigencia de los Gobiernos a la hora de abandonar todas las medidas de distanciamiento social y de imponer la plena reapertura de escuelas y negocios, los mercados financieros se han disparado, y el viernes el índice industrial Dow Jones alcanzó un récord de 35.000 puntos.
Desde el comienzo de la pandemia, la respuesta de los Gobiernos de todo el mundo ha estado totalmente animada por el objetivo de preservar la riqueza y los privilegios de la oligarquía financiera, a expensas de preservar las vidas humanas.
En respuesta a las políticas asesinas de “inmunidad colectiva” de la clase dominante, los trabajadores deben exigir medidas urgentes para detener la propagación de la enfermedad, incluyendo el cierre de todas las escuelas y las instalaciones de producción y otros lugares de trabajo no esenciales, con una compensación total por los salarios perdidos y billones de dólares en gastos adicionales de salud para garantizar la capacidad de detectar, rastrear y aislar cada caso.
Hay que proporcionar a todos los estudiantes acceso a internet de banda ancha y ordenadores de alta calidad, y contratar a más profesores para garantizar el mejor aprendizaje a distancia posible hasta que se controle la pandemia.
Como los científicos han dejado en claro en repetidas ocasiones, el COVID-19 puede y debe ser contenido si se quieren salvar millones de vidas.
La muerte insensata y evitable de 626.000 personas en Estados Unidos y de más de cuatro millones en todo el mundo, según las cifras oficiales que subestiman drásticamente el número real de víctimas, constituye una condena irrebatible contra el sistema capitalista y una demostración de la necesidad de sustituirlo por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de julio de 2021)