Este fin del año 2022, ha iniciado una nueva etapa peligrosa de la pandemia de COVID-19 debido a la eliminación universal de todas las medidas que mitigan la propagación del coronavirus. En todo el mundo, los Gobiernos han decidido permitir que el COVID-19 se propague sin ningún límite, infectando y reinfectando a miles de millones de personas. Esta política le permite al virus mutar y producir nuevas variantes que son potencialmente más peligrosas.
Actualmente, el epicentro global de la pandemia es China, donde el Partido Comunista Chino (PCCh) ha desmantelado su política de “cero COVID”, que mantuvo las menores tasas per cápita de infecciones y muertes de todo el mundo. Desde el 11 de noviembre, el PCCh ha puesto fin a los confinamientos, las pruebas masivas, el rastreo de contactos, las cuarentenas y los protocolos de aislamiento, así como todas las otras medidas de salud pública.
El lunes, la Comisión Nacional de la Salud de China (CNS) reclasificará el COVID-19 de la Clase A de enfermedades infecciosas a la Clase B a partir del 8 de enero, lo que conlleva eliminar la cuarentena obligatoria para los viajantes internacionales. Esto siguió al anuncio de la CNS de que ya no reportará los contagios de COVID-19 después de ajustar la semana pasada la definición de la tasa de muertes por COVID-19 en un intento obvio de suprimir todos los datos sobre la propagación de la pandemia.
La anulación del “cero COVID” en China ha producido una ola masiva de contagios. Un reporte filtrado del director adjunto del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China, Sun Yang, estimó que 248 millones de personas contrajeron COVID-19 en todo China durante los primeros 20 días de diciembre. Se espera que la mayoría de los 1,4 mil millones de habitantes del país se infecten en los próximos dos meses, durante la temporada de viajes por el Año Nuevo Lunar.
Los hospitales en Beijing, Shanghái y otras importantes ciudades están colapsando en medio de una llegada masiva de pacientes. Las morgues están suspendiendo los servicios funerales y se cree que cientos, si no miles, de personas están muriendo a diario en sus casas. Las personas que están sufriendo COVID persistente han recurrido a las redes sociales para describir sus síntomas prolongados, incluyendo fatiga extrema, tos profunda, falta de aire, dificultad para concentrarse y más.
Después de un mes de silencio sobre la desastrosa propagación del COVID en todo China, el presidente Xi Jinping, empleó un doble discurso orwelliano durante una rueda de prensa el lunes. Declaró: “Deberíamos emprender una campaña patriótica por la salud en una forma más precisa… forjen una línea de defensa comunitaria para la prevención y el control de las epidemias y protejan efectivamente las vidas, la seguridad y la salud del pueblo”.
Para justificar el abandono del “cero COVID”, los oficiales del PCCh y la prensa estatal china han reproducido todas las mentiras y la propaganda desarrolladas en el último año en todo el mundo, particularmente en EE.UU. Describiendo la variante ómicron como “leve”, alegan falsamente que la ola en curso de contagios será su “ola de salida del COVID”. En las palabras de Zhong Nanshan, un doctor y vocero de la política del PCCh ante el COVID, China regresará a “condiciones preepidémicas” para mediados de 2023.
Tres artículos recientes en el New York Times y el Financial Times declararon que China parece ir en busca de la “inmunidad colectiva” por medio de un contagio masivo rápido. Pero la realidad es que la “inmunidad colectiva” es un espejismo inventado por los políticos ultraderechistas y los científicos corruptos en 2020 si ningún fundamento científico. La población china está siendo obligada a unirse al resto del mundo en un horrible ciclo de infecciones y reinfecciones masivas por COVID, que deteriorará continuamente la salud física y económica de la sociedad y tendrá ramificaciones globales.
El futuro que enfrenta la sociedad china se puede vislumbrar en Estados Unidos y todo el hemisferio norte, donde está en marcha el tercer invierno de contagios masivos.
A pesar de la supresión de datos en el último año, los casos, las hospitalizaciones y muertes por COVID-19 han aumentado consistentemente a lo largo de diciembre en EE.UU. Según las muestras de las aguas residuales, que ofrecen datos más precisos, la tasa de propagación de COVID-19 es la tercera más rápida de toda la pandemia, viéndose superada solo por las olas de las subvariantes de ómicron en el último invierno y la primavera.
Las hospitalizaciones y las muertes están impactando cada vez más a los adultos mayores. Las tasas de hospitalización para los mayores de 70 años se encuentran en su punto más alto desde el invierno pasado. El promedio de siete días de muertes diarias se encuentra en 426, lo que significa que cada semana en EE.UU. muere por COVID-19 el equivalente a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Más del 90 por ciento de estas muertes se están produciendo en mayores de 65.
La semana pasada, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) confirmaron que la expectativa de vida en EE.UU. cayó por segundo año consecutivo en 2021, por aproximadamente 0,6 años, bajando a 76,4 años, su nivel más bajo desde 1996. Por ende, la pandemia representa un retroceso social de aproximadamente un cuarto de siglo.
Esta es una tendencia global. En 2020 y 2021 disminuyó la esperanza de vida a nivel mundial por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Cabe notar que los primeros dos años de la pandemia vieron un aumento de la esperanza de vida en China, que superó a EE.UU. en 2021, pero se espera que este proceso se revierta ahora.
Otro estudio reciente sobre el exceso de mortalidad descubrió que el COVID-19 fue una de las principales causas de muerte en 2020 y la principal en 2021 globalmente, matando a un total de 14,83 millones de personas para fines de 2021.
De forma simultánea y relacionada a la propagación del COVID-19, ha habido cifras sin precedentes de hospitalizaciones de niños por la gripe y el virus respiratorio sincitial (VSR), en lo que ha sido calificado de “tripledemia”. En todo EE.UU., Canadá, Alemania y otros países de América del Norte y Europa, los hospitales pediátricos se encuentran a capacidad o superándola y los niños están muriendo de estas enfermedades prevenibles.
Cada vez más investigaciones indican que el COVID-19 puede dañar sustancialmente el sistema inmune de un paciente, lo que vuelve a los pacientes susceptibles a enfermarse gravemente por otras infecciones virales o bacterianas. Muchos científicos y físicos han advertido que las infecciones y reinfecciones masivas de los niños y la sociedad en su conjunto son una de las principales causas del aumento de hospitalizaciones por otros virus respiratorios.
Finalmente, el impacto social inmenso del COVID persistente se vuelve cada vez más claro. Según los últimos datos de los CDC, aproximadamente 17,7 millones de estadounidenses padecen actualmente COVID persistente y el 23,1 por ciento de ellos reporta que les causa “importantes limitaciones a su actividad”. El estudio más importante sobre reinfecciones de COVID-19 hasta la fecha, publicado en octubre, descubrió que cada reinfección aumenta enormemente el riesgo de desarrollar COVID persistente y que la vacuna reduce este riesgo muy poco.
Solo es posible que se siga encubriendo y suprimiendo este volumen cada vez mayor de datos científicos que demuestran los peligros continuos y alarmantes que representa el COVID-19 por medio de un flujo continuo de mentiras y propaganda. En Estados Unidos, la Casa Blanca, la prensa corporativa y todas las instituciones oficiales utilizan un necio discurso alegre refiriéndose a la pandemia como algo del pasado y denigrando las medidas más básicas de salud pública.
La semana pasada, el coordinador de la respuesta al COVID de la Casa Blanca, el Dr. Ashish Jha, declaró absurdamente: “Ningún estudio en el mundo muestra que las mascarillas funcionan tan bien”.
Los comentaristas de los medios de comunicación comparan rutinariamente el COVID-19 a la gripe y promueven las compras y los viajes navideños. En agosto, el presidente Joe Biden declaró que “la pandemia ya se acabó”.
Esta propaganda ha surtido efecto. Una encuesta reciente de Ipsos halló que solo el 30 por ciento de los estadounidenses sigue usando una mascarilla parte del tiempo, comparado a 90 por ciento en diciembre de 2020 y 69 por ciento hace un año.
El desarme deliberado de la población global ante los peligros de la pandemia y la promoción de los contagios masivos e interminables, en China, EE.UU. y todas partes, pone a la sociedad en gran riesgo por las variantes futuras.
Las leyes de la evolución viral son objetivas e impermeables a las alegaciones infundadas de los Gobiernos de que el COVID-19 se volverá cada vez menos peligroso. En cualquier momento, podría evolucionar una nueva variante que combine una mayor inmunoevasión, transmisibilidad y virulencia, produciendo una ola global de infecciones y muertes aún más alta.
En 2023, la clase obrera internacional debe extraer las lecciones políticas y científicas de los últimos tres años de la pandemia, rechazando las mentiras de la élite gobernante capitalista y sus medios de comunicación serviles, y asumir una lucha global por detener la propagación del COVID-19 y mejorar masivamente la salud pública en todos los países. La subordinación capitalista de la vida humana al lucro y la acumulación de la riqueza debe terminar.
(Publicado originalmente en inglés el 27 de diciembre de 2022)