El siguiente discurso fue pronunciado por Tom Peters, miembro destacado del Grupo Socialista por la Igualdad en Nueva Zelanda, ante el Acto Internacional en Línea del Día Internacional de los Trabajadores de 2024, llevado a cabo el sábado 4 de mayo.
En nombre del Grupo Socialista por la Igualdad de Nueva Zelanda, extiendo saludos revolucionarios a los trabajadores y jóvenes de toda la región del Pacífico, que se enfrentan a peligros cada vez más inminentes como consecuencia del belicismo del imperialismo estadounidense y sus aliados regionales, Australia y Nueva Zelanda.
Los países empobrecidos como Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón, que presenciaron algunos de los combates más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial, están siendo arrastrados a planes para una guerra catastrófica con China.
Ninguna isla es demasiado pequeña para evitar la militarización del Pacífico. El reciente acuerdo entre Australia y Tuvalu, que cuenta con algo más de 11.000 habitantes, ha convertido este pequeño país en una colonia, dando a Canberra el poder de dictar su defensa, seguridad y política exterior.
Los Gobiernos que intentan mantener lazos de seguridad con China y no someterse a los dictados de EE.UU. se enfrentan a la amenaza de un cambio violento de régimen. Este fue el mensaje enviado al Gobierno de las Islas Salomón que sufrió un intento de golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en 2021.
Nueva Zelanda, miembro de la red de espionaje Five Eyes y una potencia imperialista en el Pacífico, está plenamente integrada en los planes de guerra de EE.UU.
En agosto, el entonces ministro de Defensa laborista, Andrew Little, declaró abiertamente que el gasto militar tenía que duplicarse para que las fuerzas armadas estuvieran “equipadas y preparadas” a “desempeñar un papel” en caso de que estalle una guerra en el mar de China Meridional.
El Gobierno laborista, que incluía al Partido Verde, también envió tropas a Reino Unido para ayudar en la formación de reclutas ucranianos para la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia.
Los laboristas sufrieron una devastadora derrota en las elecciones de octubre, tras seis años en los que supervisaron el aumento de la pobreza, de la desigualdad y la falta de vivienda, y una alianza más estrecha con Estados Unidos.
Jacinda Ardern dimitió como primera ministra en vísperas de las elecciones, seguida por varios de sus ministros, como ratas abandonando un barco que se hunde. Y en sus últimos días, el Gobierno laborista respaldó el ataque genocida de Israel contra Gaza, llamándolo un acto de “defensa propia”.
El actual Gobierno, profundamente impopular, una coalición del Partido Nacional y los partidos de extrema derecha ACT y New Zealand First, retoma el trabajo donde lo dejó el laborismo.
Ha enviado tropas para ayudar en el bombardeo de Yemen, para defender las rutas de suministro del régimen sionista. Pretende incorporar a Nueva Zelanda a la alianza antichina AUKUS; y recientemente ha establecido lazos militares con el régimen autoritario de Marcos en Filipinas, que desempeña un papel fundamental en los planes de guerra estadounidenses. El Partido Laborista no está fundamentalmente en desacuerdo con nada de esto.
Hablando en nombre de toda la clase dirigente, un destacado columnista del New Zealand Herald escribió recientemente que “la guerra a gran escala en Europa y Asia [es] ahora una posibilidad real” y que Nueva Zelanda debe seguir “formando parte de la red de defensa occidental, que tiene un precio, primero en dinero y tesoro, y quizás más tarde en sangre”.
En la clase obrera, sin embargo, hay una oposición generalizada contra la guerra. Decenas de miles de personas siguen sumándose a las protestas contra el genocidio en Gaza. Cuando los organizadores invitaron a diputados laboristas a hablar en las manifestaciones, estos políticos proimperialistas fueron abucheados.
Según una encuesta reciente, el 68% de los neozelandeses se oponen al aumento del gasto militar, y casi dos tercios están de acuerdo en que “la economía está amañada para favorecer a los ricos y poderosos”.
Para financiar la expansión del ejército y recortar impuestos a los ricos, el Gobierno está imponiendo brutales medidas de austeridad. Se han destruido miles de empleos en el sector público, educación, bienestar infantil, y el Ministerio de Salud, y 30.000 personas de todo el país podrían perder su empleo en el próximo año.
Se recortan los almuerzos escolares y los servicios para discapacitados; los hospitales públicos, ya de por sí muy escasos de personal, se ven obligados a hacer nuevos recortes. Mientras tanto, decenas de personas siguen muriendo cada mes a causa del COVID-19, debido a la política asesina de infección masiva impuesta por el Gobierno laborista a finales de 2021.
El Grupo Socialista por la Igualdad se queda solo en la advertencia de que ninguno de los partidos capitalistas representa una alternativa progresista. La única forma de avanzar es construir un movimiento socialista que una a los trabajadores de Nueva Zelanda y todo el mundo, para detener la Tercera Guerra Mundial aboliendo su causa: el sistema capitalista.
Esto requiere una lucha política contra los grupos de pseudoizquierda de clase media, como la Organización Socialista Internacional (ISO, sigla en inglés) que se hacen pasar fraudulentamente por socialistas mientras hacen todo lo posible para impedir que el movimiento contra la austeridad y la guerra se libere de la camisa de fuerza del Parlamento y la burocracia sindical.
La ISO hizo campaña electoral a favor de los laboristas y sus aliados, los Verdes y Te Pāti Māori. Hace un llamamiento a estos partidos capitalistas, que han hecho salvajes recortes sociales, para que lideren las protestas contra la austeridad junto con los sindicatos. Glorifica a los sindicatos por emitir comunicados de prensa pidiendo un alto el fuego en Gaza.
Esto encubre el papel de estas organizaciones corporativistas que son una policía industrial para la clase dominante. Imponen ataques al empleo y al nivel de vida, e impiden cualquier acción de los trabajadores para detener la producción y el suministro de armas para Israel y Estados Unidos.
Como sus homólogos de otros países, la pseudoizquierda de este país representa una capa de clase media-alta, que incluye a los funcionarios sindicales, cuyos privilegios dependen de que Nueva Zelanda forme parte de la alianza imperialista que pretende repartirse el mundo.
Por eso la ISO ha aplaudido la agresiva guerra de la OTAN en Ucrania y glorificó el régimen de extrema derecha de Kiev. Los pseudoizquierdistas promueven la absurda mentira de que las mismas potencias imperialistas que apoyan el genocidio en Gaza defienden la libertad y la democracia frente a Rusia.
Hacemos un llamamiento a los trabajadores en Nueva Zelanda y en toda esta región para emprender la lucha por un auténtico movimiento socialista y antiguerra. Esto requerirá nuevas organizaciones -comités de base, independientes de los sindicatos- para movilizar a la clase obrera a detener esta Tercera Guerra Mundial en ciernes.
Y lo que es más importante, les insto a ponerse en contacto con el Grupo Socialista por la Igualdad y unirse a nuestra lucha por construir la sección neozelandesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.