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Hace cincuenta años, durante la noche del 20 y 21 de agosto de 1968, invadieron Checoslovaquia alrededor de 165 mil soldados y 4.600 tanques de cuatro de los integrantes del Pacto de Varsovia, la Unión Soviética, Polonia, Hungría y Bulgaria, con la asistencia de especialistas militares de Alemania Oriental.
La invasión y ocupación de Checoslovaquia sacudió el mundo. Con el objetivo de suprimir los movimientos populares de obreros y jóvenes durante la “Primavera de Praga” [Pražské jaro, o Pražská jar], desacreditó los regímenes estalinistas, que millones de personas a través del mundo equivocadamente habían considerado socialistas.
Junto con la enorme huelga general francesa de unos meses antes, la invasión de Checoslovaquia fue uno de los acontecimientos fundamentales de esa época. Puso en marcha cambios políticos y sociales que a través de muchas décadas transformarían esta región del mundo.
Esta serie analizará los orígenes de la crisis de 1968, su dinamismo y el papel del pablismo que hizo posible que la opresión contra la oposición de la clase obrera por parte de la burocracia estalinista.
Checoslovaquia formó parte de un grupo de Estados obreros deformados fundados en 1948 en Europa oriental y sudoriental. Esa nación había sido partida en 1938 en el infame “Acuerdo de Múnich”, cuando las potencias imperialistas aceptan la invasión de Hitler de la parte sudoccidental de Checoslovaquia y la anexión de la llamada “Sudetenland” o Sudetes. El Tercer Reich nazi se apropió de casi todo lo que hoy día constituye la República Checa. La llamada “República Eslovaca” estaba bajo el control de un régimen de extrema derecha que se unió a la campaña alemana de exterminio de la población judía y a la guerra para acabar con la Unión Soviética.
En 1945, cuando el Ejército Rojo [soviético] liberaba Checoslovaquia, esa nación había perdido el 3,5 por ciento de su población a causa de la guerra, bastante menos que sus vecinas, Polonia y la Unión Soviética, pero más de que los países de Europa Occidental que los nazis habían ocupado.
Sólo sobrevivieron 40 mil o 50 mil miembros de la comunidad judía de 255 mil. Fue asesinado más del noventa por ciento de las personas de nacionalidades sinti y roma que vivían en el territorio checo. En el acontecimiento de terror más infame, las SS (Schutzstaffel, "Tropas de Protección) le prendieron fuego al pueblo entero de Lídice, luego del asesinato de Reinhard Heydrich, uno de sus líderes, a manos del movimiento de resistencia checo. Cientos de sus habitantes, incluidos muchos niños, fueron asesinados o enviados a campos de concentración.
Se estima que fueron asesinados 25 mil comunistas checos que se resistieron a los fascistas. El régimen nazi sometió a decenas de miles de trabajadores a trabajo forzado. Muchos más fueron heridos y desplazados. Se estima que la totalidad de los recursos perdidos fue de 4 mil millones de dólares.
Comparado con muchos otros países de Europa Oriental, donde la clase obrera fue diezmada por la salvaje guerra de exterminio nazi, en Checoslovaquia la economía tuvo un auge industrial, cuyos territorios habían sido puestos a disposición de la economía bélica nazi. En 1945, la clase obrera de Checoslovaquia era más numerosa que en todas las épocas previas.
Mientras tanto, la traición de Múnich de 1938 había desacreditado el capitalismo y la democracia burguesa. El historiador Kevin McDermott ha dicho: “… se creía de forma generalizada que los partidos derechistas y sus dirigentes burgueses habían colaborado con los alemanes durante la ocupación”. [1] Es decir, había una oposición al capitalismo y apoyo a los soviéticos enormes.
En casi todos los países liberados por el Ejército Rojo, durante los últimos meses de la guerra e inmediatamente después se crearon asambleas de fábrica en cientos y miles de empresas. En Checoslovaquia esos consejos no sólo representaban a los trabajadores y volvían a poner en marcha la producción; también organizaban la depuración en los lugares de trabajo de colaboradores y oficiales que habían trabajado con los nazis.
Esos acontecimientos preocuparon a la burocracia estalinista de la Unión Soviética, la cual fue el producto de la aislación internacional de la URSS al principio de los años 1920. Sus privilegios sociales se derivaban de la opresión política de la clase obrera y de impedir que se extendiera por el mundo la emulación de la Revolución de Octubre.
A diferencia de la mayoría de los otros países de Europa Oriental, el Ejército Rojo se va de Checoslovaquia en noviembre 1945. Sin embargo, la burocracia estalinista logra controlar al movimiento de la clase obrera mediante el Partido Comunista de Checoslovaquia [Komunistická strana Československa, KSČ] con la ayuda de los sindicatos y de los líderes burgueses. Para ello, la burocracia logró fundamentar su legitimidad política en el enorme prestigio de la Revolución de Octubre 1917 y en la heroica lucha del Ejército Rojo contra la odiada Wermacht [ejército alemán].
Además, la burocracia estalinista actuaba en un entorno donde habían sido diezmados los movimientos trotskistas de Checoslovaquia y Europa Oriental. La Oposición de Izquierda que León Trotsky había establecido en 1923 había combatido contra el programa del “socialismo en un solo país” de la fracción estalinista del Partido Comunista, y contra sus métodos tiránicos de gobierno. Luego de la toma del poder por Hitler en 1933, en sí una aplastante derrota para la clase obrera alemana hecha posible por las medidas del Comintern estalinista, Trotsky concluye que los partidos estalinistas ya no se podían reformar. Habría que establecer una nueva internacional, la Cuarta Internacional, que se funda en París en septiembre de 1938.
A lo largo de las décadas de 1920 y 1930, el movimiento comunista checo se había transformado en un poderosos eco de la lucha del movimiento trotskista. La oposición de izquierda checa había traducido muchos de los escritos de Trotsky y existían importantes y estrechos vínculos con los trotskistas polacos y alemanes.
Casi todos los miembros de la Oposición de Izquierda soviética, decenas de miles, habían sido asesinados por Stalin durante la época del Gran Terror. También fueron violentamente intervenidos los partidos comunistas de Europa oriental y sudoriental; decenas de miles de comunistas de esas regiones fueron asesinados en la URSS. Los líderes que permanecieron a la cabeza de estos partidos le habían demostrado su lealtad al estalinismo durante esta masacre inusitada de revolucionarios. El terror estalinista, en combinación con la ocupación nazi, acabó casi por completo con los movimientos trotskistas de Checoslovaquia y de Polonia.
El KSČ, durante casi la década entera de 1940, toma el camino de la colaboración de clase. Klement Gottwald, su líder, quien había ascendido gracias a su despiadada expulsión y persecución, a medidos de la década de 1920, de los trotskistas del Partido Comunista, llegó a un acuerdo con el Gobierno burgués en el exilio y Edvard Beneš, su líder, quién se había hecho amigo personal de Stalin.
Después de la guerra, el KSČ, Beneš, el Partido Socialdemócrata y varios otros partidos burgueses acordaron colocar en el Gobierno un “Frente Nacional”, con Beneš como presidente. Gottwald fue nombrado primer ministro de un Gobierno en el que el KSČ tenía bajo su control a cinco burós importantes, incluyendo trabajo, agricultura, cultura y educación. Se declara la Tercera República. Ni en sueños consideraba el Partido Comunista una revolución socialista.
Sin embargo, rápidamente iba en aumento el apoyo al Partido Comunista. Para marzo de 1946 el número de miembros ya había aumentado de 25 mil a un millón. Ese año elecciones limpias le dieron al KSČ la mayoría parlamentaria. Obtuvo el cuarenta por ciento de los votos en Bohemia, centro de las industrias de carbón y de automóviles, y treinta por ciento en Eslovaquia, una región más agrícola.
A pesar de eso, no fue hasta que los Estados Unidos provocó el comienzo de la Guerra Fría en 1947-1948, que el Kremlin opta por nacionalizaciones en gran escala y por el control total de los Estados de Europa Oriental. El KSČ toma el poder en Checoslovaquia en febrero 1948, bajo condiciones de profunda crisis económica. Inicia la nacionalización a gran escala de los sectores industrial y agrícola.
La Cuarta Internacional define a los Estados que en ese momento se establecen en Europa Oriental como “Estados obreros deformados”. En contraste a la Unión Soviética, estos Estados no habían sido engendrados por una victoriosa revolución socialista del proletariado. Todo lo contrario, se fundamentan en la supresión política por la burocracia estalinista de las luchas espontáneas de las masas obreras.
Sin embargo, en la medida en que estos Estados representaban una extensión, aunque parcial, de las relaciones sociales establecidas en 1917, era necesario defenderlos contra los ataques del imperialismo. La Cuarta Internacional insistía en que esa defensa sólo podía basarse en una revolución política de la clase obrera contra las burocracias estalinistas, en alianza consciente con las luchas de los obreros de las potencias imperialistas para acabar con el capitalismo. En todo respecto, los Estados dominados por el estalinismo eran fenómenos inestables e históricamente transitorios.
La Cuarta Internacional en noviembre de 1949 hace hincapié en el papel decisivo del estalinismo en la supresión de las luchas del proletariado:
El análisis del estalinismo no puede depender de resultados locales de sus medidas; debe proceder de todas sus acciones a escala mundial. Dado el estado de putrefacción del capitalismo actual, cuatro años después de la guerra, y teniendo en consideración la situación concreta del periodo 1943-1945, no cabe ninguna duda que el estalinismo a escala mundial se presenta como el factor decisivo que impide el colapso simultáneo del orden capitalista en Europa y Asia. En ese entorno, los “éxitos” de la burocracia en los países de Europa Orienta son el precio que el imperialismo paga por su servicio en la arena mundial, un precio que será muy conflictivo en la época que sigue.
Desde un enfoque mundial, las reformas que hizo la burocracia soviética, encarriladas a la asimilación de esta región, son de mucho menor importancia que los golpes de la burocracia soviética, particularmente con su campaña en Europa Oriental, contra la consciencia del proletariado mundial, al cual desmoraliza, desorienta, y paraliza con toda su política. Por lo tanto, lo hace susceptible hasta cierto punto a las campañas imperialistas de preparación de guerras.
Aún desde el punto de vista de la URSS misma, las derrotas y desmoralización de proletariado mundial causadas por el estalinismo son un peligro incomparablemente más grande que el refuerzo que constituiría la consolidación de la franja amortiguadora de Europa Oriental. [2]
Los años y décadas siguientes confirmaron esa evaluación política. Las burocracias estalinistas de cada país tropezaban de crisis en crisis persiguiendo el programa imposible de “socialismo en un solo país”, constantemente reprimiendo con violencia la oposición de los trabajadores.
No bien se crearon los Estados deformados de Europa Oriental, los estalinistas lanzaron otra ola de terror en la URSS y en el “bloque oriental”, esta vez con sabor antisemita. Fueron su blanco los sectores más conscientes de la juventud, de los obreros y de los intelectuales. Entre los que fueron ejecutados o condenados a prisión en ese momento, estaban los pocos oposicionistas de izquierda que habían logrado sobrevivir la guerra y el terror de la década de 1930, y muchos de sus descendientes.
La represión fue particularmente feroz en Checoslovaquia. Entre 1948 y 1954, 90 mil personas fueron perseguidas por crímenes políticos. Unos 22 mil de ellos fueron enviados a 107 campos de trabajo forzado. Más de mil detenidos murieron. Doscientos treinta fueron ejecutados. Además de este terror político, los estalinistas expulsaron a millones de alemanes y húngaros culpándolos colectivamente de los crímenes del fascismo. Las expulsiones estaban ligadas a propaganda nacionalista con al fin de socavar la solidaridad de clase entre trabajadores checos, eslovacos, alemanes y húngaros.
Durante el infame juicio Slánský, Rudolf Slánský y varios otros líderes del Partido Comunista fueron acusados de simpatizar con Tito, el líder de Yugoslavia. Nuevamente la burocracia azuzaba una atmósfera de nacionalismo venenoso y antisemitismo, para socavar aún más la consciencia política de la clase obrera (once de los catorce acusados fueron explícitamente denunciados por ser de origen judío).
El terror fue una maniobra de la burocracia para prevenir los levantamientos obreros que temía; ese temor estaba fundamentado.
Luego de la muerte de Joseph Stalin en marzo de 1953, los Gobiernos estalinistas entraron en una profunda crisis. La primera de varias importantes rebeliones obreras contra las burocracias estalinistas luego de la muerte de Stalin, ocurre en Pilsen ( Plzeň ), entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1953. Alrededor de 17 mil obreros de la fábrica de automóviles Škoda lanzan una huelga contra los efectos económicos de una reforma de dinero que había reducido el poder de compra de sus salarios. Muy pronto se les unieron 2 mil estudiantes.
Un espontáneo comité revolucionario atacó la prisión del lugar y liberó a cientos de presos políticos. Cuando la huelga se expande a otras ciudades, el partido envía a las fuerzas armadas, que matan a cuarenta obreros y hieren a otros 220. Más de 650 trabajadores son detenidos; se ejecuta al supuesto líder del levantamiento. Pese al salvajismo de la represión, la ola de huelgas en la que participan 360 mil obreros de Bohemia y Moravia, territorios checos que están en la frontera con la República Democrática Alemana (Alemania del Este) continúa por una semana. [3]
Sólo unos días más tarde, el 16 de junio, comienza la famosa rebelión de obreros en Alemania del Este que es brutalmente reprimida por tanques soviéticos. Mueren más de 500 personas.
En 1956 se intensifica más la crisis del estalinismo. En febrero, la revelación de los horribles crímenes de Stalin, en el famoso “Discurso Secreto” de Nikita Khrushchev ante el 20o Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, sacude al movimiento estalinista mundial e inicia la supuesta “relajación” en la Unión Soviética. En Hungría los obreros lanzan un enorme levantamiento contra el régimen estalinista, aplastado por una invasión desde la Unión Soviética. Son asesinados más de 20 mil obreros y jóvenes.
Pocas semanas más tarde se rebelan los trabajadores de Polonia. Anticipando lo mismo en Checoslovaquia, el KSČ recurre a detenciones en masa. Entre octubre y el 5 de noviembre de 1956, son detenidas 665 personas por motivos políticos. Casi la mitad son clasificados “trabajadores manuales”. Comentando sobre el principal temor de los regímenes estalinistas, dice un obrero checo: “es una lástima que todos esos acontecimientos no hayan ocurrido todos juntos. Primero hubo disturbios aquí, en Plzeň, después en Polonia, ahora en Hungría. Las cosas serían diferentes ahora si todo hubiese ocurrido simultáneamente”. [4]
continuará
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Notas
[1] Kevin McDermott, Communist Czechoslovakia, 1945-89. A Political and Social History, Palgrave 2015, página 25 (nuestra traducción al castellano)
[2] Citado en: David North, The Heritage We Defend. A Contribution to the History of the Fourth International, Mehring Books 2018, páginas 156-157 (nuestra traducción al castellano)
[3] Ivan Pfaff, “Aufstand. ‘Weg mit der Partei!’” [Levantamiento: “¡Fuera con el Partido!”] Die Zeit, May 22, 2003. https://www.zeit.de/2003/22/S_86_Vorspann_Pilsen (nuestra traducción al castellano)
[4] Citado en: McDermott, 2015, páginas 97-98 (nuestra traducción al castellano)