Esta es la primera de dos partes. Puedes leer la segunda parte aquí.
Desde su estallido hace más de tres años, en enero de 2020, la pandemia de COVID-19 ha matado a más de 20 millones de personas, ha incapacitado a decenas de millones más con COVID persistente, ha llevado los sistemas sanitarios al borde del colapso, ha exacerbado la desigualdad social y ha acelerado el estallido de la guerra en Ucrania, antesala a la Tercera Guerra Mundial.
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la esperanza de vida disminuyó en todo el mundo en 2020 y 2021. A pesar de la afirmación del presidente estadounidense Joe Biden de que “la pandemia ha terminado”, de la que se hacen eco los políticos capitalistas de todo el mundo, esta catástrofe social continúa. Cada semana, se producen cerca de 100.000 muertes en exceso atribuibles a la pandemia en todo el mundo, o aproximadamente 1 millón de muertes cada tres meses. Con el fin del “cero COVID” en China y la eliminación en todo el mundo de todas las medidas de mitigación para frenar la propagación del coronavirus, éste está mutando y evolucionando hacia nuevas variantes potencialmente más peligrosas.
Para la clase dominante, la pandemia fue aprovechada como una oportunidad para enriquecerse y profundizar su asalto de décadas a las condiciones de vida de la clase trabajadora internacional. Mientras se negaban a aplicar las medidas de salud pública necesarias para detener la transmisión del virus, en marzo de 2020 los Gobiernos capitalistas de los países avanzados aprobaron rescates financieros sin precedentes. Mientras las muertes se contaban por millones, las fortunas de los capitalistas que lucraron de la pandemia aumentaron en billones.
Las clases dominantes, ansiosas por suprimir los protocolos de salud pública que interferían con el proceso de producción capitalista del que se deriva la plusvalía y las ganancias, promovieron la ignorancia, la superstición y el miedo irracional a la ciencia, al mismo tiempo que promovían a las fuerzas de extrema derecha para agitar contra los confinamientos, el uso de mascarillas, las clases a distancia y todas las demás medidas necesarias para detener la pandemia. Su lema era: es mejor que se infecten varios miles de trabajadores de una fábrica a que se pierda una semana de producción.
Durante décadas, los Gobiernos capitalistas han visto con consternación y alarma el aumento gradual de la esperanza de vida. La capacidad de los ancianos para obtener atención médica subvencionada a medida que llegaban a los 70, 80 e incluso 90 años se ha visto como una calamidad presupuestaria.
Durante la pandemia, las élites capitalistas han considerado las muertes de los trabajadores mayores “no productivos”, así como el descenso de la esperanza de vida, como resultados positivos para reducir las obligaciones en materia de pensiones y otros gastos de bienestar social. Han revivido las concepciones eugenistas y socialdarwinistas que dominaron en los círculos gobernantes durante la primera mitad del siglo veinte y motivaron el Holocausto. El concepto nazi de lebensunwertes Leben, o “vida indigna de la vida”, se aplica ahora a las personas mayores e inmunodeprimidas a las que se deja morir en masa.
Los científicos han advertido que el cambio climático y la urbanización no planificada están obligando a los animales a migrar fuera de sus hábitats nativos, trayendo consigo miles de patógenos que tienen el potencial de extenderse a las poblaciones humanas, haciendo que las futuras pandemias sean casi inevitables. Pero no hay absolutamente ningún indicio de que los Gobiernos estén tratando de prevenir o prepararse para este peligro a corto plazo. Todo lo contrario: en la medida en que las élites gobernantes han extraído alguna lección de la catástrofe de los últimos tres años, es que hay que dejar que la naturaleza siga su curso, que no hay que perturbar el proceso de producción ni los intereses financieros de las corporaciones, y que no hay que interferir en la acumulación de ganancias y riqueza. La muerte de millones de personas se aceptará como el “precio de hacer negocios” en futuras pandemias. Las tristemente célebres palabras del ex primer ministro británico Boris Johnson –“Que se apilen los cadáveres”— definirán la política pública.
Para la clase trabajadora, la pandemia ha sido un golpe traumático que ha trastornado la vida social y ha revelado la brutalidad de las relaciones de clases. Ha acelerado e intensificado la radicalización en curso de los trabajadores en todo el mundo, precipitando numerosas luchas contra las políticas homicidas de las élites gobernantes. En Estados Unidos, Canadá, Italia y otros países, los confinamientos tardíos de marzo de 2020 solo se aplicaron después de que la clase obrera organizara huelgas salvajes, independientes de los sindicatos procapitalistas, para salvar vidas.
Empezando por China, la creciente oposición entre los trabajadores obligó a varios Gobiernos a aplicar políticas globales de “cero COVID” en las primeras fases de la pandemia. Basadas en la solidaridad masiva de la clase trabajadora, estas políticas de “cero COVID” tuvieron un gran éxito a la hora de salvar vidas. El número de muertos en China, Nueva Zelanda, Vietnam y otros países siguió siendo una fracción infinitesimal del saldo en EE.UU. y otras potencias imperialistas. Sin embargo, ante la implacable presión del capital financiero mundial, estos Gobiernos finalmente levantaron sus políticas de “cero COVID” en 2021 y 2022, con consecuencias catastróficas en cada país.
A lo largo de la pandemia, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) y el World Socialist Web Site han articulado los intereses de la clase obrera y han defendido una estrategia global de salud pública para eliminar el COVID-19 en todos los países. El WSWS ha publicado más de 5.000 artículos sobre la pandemia durante los últimos tres años, analizando cada acontecimiento científico y político importante relacionado con la pandemia en todo el mundo.
La respuesta de importantes sectores de la clase media-alta y los partidos políticos que expresan sus intereses fue muy distinta. En gran medida, estas capas sociales pudieron aislarse o trabajar con seguridad en casa a lo largo de 2020, y la pandemia se consideró en general una perturbación grave pero solo temporal. Además, los propietarios de pequeñas empresas y los profesionales autónomos que recibieron un apoyo inadecuado durante los confinamientos iniciales, así como las capas con grandes inversiones en el mercado de valores, abrazaron en gran medida la propaganda anticonfinamientos impulsada por la clase dominante. Una vez vacunados a principios de 2021, la clase media acomodada estaba ansiosa por reanudar su modo prepandémico de acumulación de riqueza y diversión y proceder como si nada demasiado grave hubiera ocurrido.
Los intereses sociales y las concepciones políticas de la clase media acomodada se articulan a través de varios partidos políticos que conforman lo que el CICI ha definido como la “pseudoizquierda”. Este término se justifica por el hecho de que estas organizaciones no tienen nada en común, en términos de su programa político, su práctica y la base social a la que apelan, con el significado de “izquierda” desde los albores del movimiento socialista en la primera mitad del siglo diecinueve.
Algunas de estas organizaciones mantienen las palabras “socialismo” y “obreros” en sus tarjetas de presentación, ya sea como resultado de su antigua asociación histórica con el marxismo e incluso el trotskismo o, más comúnmente, de su oportunismo cínico. Pero este tipo de falsa publicidad no determina el contenido social objetivo de su programa y práctica. La naturaleza esencial de estas organizaciones se define por políticas de identidad personal, en torno a la raza, la etnia, la nacionalidad, el género y la orientación sexual.
El foco de sus actividades, por lo tanto, no es la lucha de clases, el desarrollo de la conciencia socialista y el derrocamiento revolucionario del capitalismo por parte de la clase obrera. Su “izquierdismo”, por el contrario, está dirigido a lograr una distribución más equitativa de la riqueza actualmente monopolizada por el 1 o 2 por ciento más rico de la sociedad. El programa social de su “izquierdismo” quedaría satisfecho si se permitiera que una parte algo mayor del dinero que circula en la cima se filtrara hacia las capas menos afortunadas del 10 por ciento más rico.
Entre la pseudoizquierda se incluyen los pablistas de International Viewpoint; las tendencias morenistas, dirigidas por la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT) y la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI); los capitalistas de Estado, dirigidos por la Tendencia Socialista Internacional (TSI); así como la Corriente Marxista Internacional (CMI), el Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT), Alternativa Socialista Internacional (ASI) y la Liga Internacional Socialista (LIS). Entre los grupos nacionales pseudoizquierdistas más destacados se encuentran Syriza en Grecia, Podemos en España, el partido La Izquierda en Alemania, el Partido Socialismo y Libertad en Brasil, entre otros.
La pseudoizquierda respondió a la pandemia del COVID-19 con un encogimiento de hombros colectivo. Después de ignorar los primeros signos de crisis global en enero-febrero de 2020, a partir de marzo de 2020 publicaron cada uno unos pocos artículos de noticias mensualmente durante todo el primer año de la pandemia. Durante el despliegue de las vacunas en 2021, dejaron gradualmente de cubrir la pandemia por completo.
En los últimos tres años, estos partidos han escrito colectivamente apenas unos pocos cientos de artículos sobre la pandemia. Ni uno solo ha emitido una declaración programática que esboce una estrategia científica para eliminar el COVID-19 a nivel mundial. Como se señaló en un reciente hilo de Twitter, también guardan silencio sobre los impactos catastróficos del COVID persistente.
La hostilidad de la pseudoizquierda hacia la salud pública y su apoyo al imperialismo se evidenciaron claramente en su exigencia, haciéndose eco de la de la prensa capitalista y la élite política occidentales, de que China abandonara su estrategia de “cero COVID”. Esto alcanzó su clímax en los últimos cuatro meses, durante los cuales todas las tendencias pseudoizquierdistas del mundo apoyaron este catastrófico cambio de política en China.
Este ensayo ofrecerá una muestra representativa de la respuesta de estas organizaciones, que afirman ser de izquierda, socialistas e incluso trotskistas, a esta última manifestación de la mayor crisis sanitaria de la historia moderna, en la que se convirtieron en los defensores descarados de las infecciones masivas. Se trata de una biopsia política, que pone al descubierto las células malignas de un entorno social profundamente enfermo y políticamente reaccionario. Puede ser un proceso laborioso porque se trata de una sopa de letras de organizaciones, pero no hay forma de evitarlo. Hay que identificarlas y memorizar sus posiciones. Su culpabilidad en este crimen social no puede olvidarse.
¿Quién es el responsable del levantamiento de la política de “cero COVID” en China?
El 23 de enero de 2020 se implementó la primera política de “cero COVID” en el mundo, cuando 13 millones de personas entraron en un confinamiento en toda la ciudad de Wuhan, China. Pronto se extendió a las otras 15 ciudades de la provincia de Hubei, afectando a 57 millones de personas en total. Estos confinamientos, sin precedentes en la historia mundial, se combinaron con un programa de pruebas masivas frecuentes, un riguroso rastreo de contactos, el aislamiento seguro de los pacientes infectados, restricciones de viaje y el uso universal de mascarillas —las medidas de salud pública que la humanidad había acumulado desde la peste negra en el siglo catorce—.
Tras 76 días de inmenso sacrificio y determinación por parte de los trabajadores chinos, eliminando el coronavirus en toda China, el 17 de abril de 2020 se levantaron los confinamientos y la vida cotidiana de la población china volvió a la normalidad.
Los funcionarios de salud pública y científicos de otros países que se habían mostrado escépticos sobre la capacidad de eliminar el COVID-19, entre ellos el Dr. Michael Baker de Nueva Zelanda, observaron lo sucedido en China y decidieron reproducir este programa de “cero COVID”. Esto condujo a la eliminación del virus en muchos países, especialmente en la región de Asia-Pacífico. Cada vez que un brote de COVID-19 traspasaba los sistemas de gestión de fronteras, estas mismas medidas eran capaces de detener rápidamente la transmisión viral.
Durante los dos años siguientes, la élite política y los medios de comunicación corporativos de las potencias imperialistas, sobre todo de Estados Unidos, exigieron continuamente el levantamiento de las medidas de “cero COVID” en todos los lugares donde se aplicaban. Al ser culpables de la muerte de millones de sus ciudadanos, no podían tolerar la prueba viviente de que las infecciones y muertes masivas eran el resultado innecesario de sus políticas socialmente criminales.
Al tiempo en que se inventó la mentira del laboratorio de Wuhan, culpando falsamente a China de propagar deliberadamente o por accidente el COVID-19 en el mundo, los medios de comunicación occidentales publicaron un flujo constante de propaganda denunciando la política de “cero COVID” y, en particular, los confinamientos como “autoritarios” y “antidemocráticos”, calumnias adoptadas posteriormente por la pseudoizquierda.
El Partido Comunista Chino (PCCh) mantiene un régimen autoritario. Pero la aplicación de este término a su política de “cero COVID” frente a la pandemia es falsa. Su intención es desacreditar las medidas de salud pública esenciales para salvar vidas. A lo largo de la pandemia, los c onfinamientos fueron siempre temporales y selectivos, contrariamente al mito de que las ciudades se cerraron permanentemente y se les cortó el acceso a los recursos necesarios.
El problema ineludible de la respuesta china fue la imposibilidad de mantener el “cero COVID” a escala puramente nacional. No era posible construir y mantener una impenetrable “Gran Muralla China” anti-COVID que impidiera los incesantes episodios de penetración del virus desde el exterior. A este problema fundamental se añadía el impacto económico sobre la economía capitalista china de la presión imperialista para que abandonara el “cero COVID”.
En octubre y noviembre pasado, Wall Street y las principales corporaciones del mundo ejercieron una intensa presión económica sobre el PCCh para que levantara el “cero COVID”, con Apple, Google, Samsung, Microsoft y otras empresas amenazando con trasladar la producción fuera de China a menos que abandonara incluso los confinamientos más limitados y otras medidas básicas de salud pública. Al mismo tiempo, aumentó la oposición al “cero COVID” en la burguesía y la clase media-alta china, cuya riqueza se veía cada vez más afectada por estas mismas medidas. El 11 de noviembre, el PCCh finalmente cedió y anunció 20 medidas que flexibilizaban todos los aspectos del “cero COVID”, en condiciones en las que las infecciones oficiales ya estaban aumentando en todo el país.
El 24 de noviembre se produjo un incendio en un apartamento de Ürümqi que se cobró trágicamente la vida de 10 personas. Sin ninguna prueba, se afirmó que la política de “cero COVID” había sido la responsable. En realidad, el barrio donde se produjo el incendio no estaba bajo ningún cierre estricto, y no se impidió a los residentes salir de sus apartamentos ni del edificio. Las barreras que impedían que un camión de bomberos llegara al edificio se instalaron antes de la pandemia, producto de una mala planificación municipal, no como parte de un supuesto confinamiento.
No obstante, el incendio de Ürümqi provocó una serie de protestas coreografiadas contra el “cero COVID” en universidades y ciudades de toda China, en las que participaron principalmente estudiantes de clase media-alta y no más de unos pocos miles de manifestantes de una población de 1.400 millones de habitantes. Tras un auténtico tsunami de noticias y editoriales en la prensa occidental aplaudiendo estas protestas, el 7 de diciembre el PCCh suprimió todas las medidas de salud pública restantes.
El abrupto abandono del “cero COVID” tuvo consecuencias catastróficas. Se cree que más de mil millones de personas se enfermaron en la primera ola de infecciones masivas del país. Aunque las cifras oficiales son ahora totalmente inexactas, la empresa de análisis sanitario Airfinity estima que más de 1,6 millones de personas han muerto probablemente a causa del COVID-19 desde el 1 de diciembre, una cifra superior a los 1,1 millones de muertos en Estados Unidos en tres años, condensada en solo cuatro meses.
Contrariamente a las mentiras del PCCh de que esta sería una “ola de salida” única para que el país vuelva a la “normalidad” anterior a la pandemia, China de hecho se ha integrado a la pesadilla mundial del “COVID para siempre”, de oleadas perpetuas y masivas de contagios, muertes y discapacitaciones por COVID persistente.
El levantamiento del “cero COVID” en China equivale a un crimen social masivo contra la clase obrera china e internacional, que ha iniciado una nueva etapa de la pandemia. Claramente se le debe atribuir al régimen del PCCh, como agente capitalista del imperialismo mundial y nexo entre el capital financiero global y la clase obrera china, toda la culpabilidad de sus acciones.
También están profundamente implicadas en este crimen las potencias imperialistas occidentales y sus medios de comunicación corporativos, que durante más de dos años exigieron continuamente el levantamiento del “cero COVID” sin importar los impactos sociales.
Por último, todos los partidos y las publicaciones pseudoizquierdistas que agitaron en contra del “cero COVID” sin importarles las consecuencias comparten la culpa de este crimen social.
Las protestas contra Foxconn y de “los papeles en blanco”: propaganda frente a la realidad
Después de que el PCCh se comenzó a alejar de la estrategia de “cero COVID” el 11 de noviembre, las infecciones oficiales por COVID-19 en China siguieron aumentando y batiendo un récord tras otro. Ni una sola publicación fuera del World Socialist Web Site abogó por el regreso de la política de “cero COVID”, ni mucho menos por extender esta estrategia de eliminación a nivel mundial. A lo largo de estas semanas críticas de noviembre, durante las cuales todavía era posible contener el creciente brote, toda la pseudoizquierda permaneció en silencio, dando su apoyo tácito a este cambio de política.
El 22 de noviembre, se celebró una gran manifestación en la que participaron miles de trabajadores en la infame maquila de Foxconn en Zhengzhou, la planta más grande de iPhones del mundo. Los trabajadores exigieron que se les pagaran sus salarios y prestaciones que se les habían prometido, al mismo tiempo que se oponían al abuso del “sistema de circuito cerrado” en el que se permitía que un brote de COVID en curso se propagara dentro de la fábrica y se impedía a los trabajadores salir de ella. Los trabajadores iban todos con mascarillas y no exigieron el fin del “cero COVID”.
Los sentimientos expresados por estos manifestantes coincidían con los de la mayoría de los encuestados en un sondeo realizado en aquel momento, según el cual el 58,5 por ciento de la población china apoyaba “ajustes específicos” de la política de “cero COVID”, pero no su eliminación. Cuando el PCCh puso fin al “cero COVID”, solo el 11,9 por ciento de la población apoyaba un “ajuste a gran escala” de la política.
Haciendo caso omiso de estos sentimientos, la pseudoizquierda y la prensa burguesa no tardaron en meter en el mismo saco las protestas de la clase obrera en Foxconn y las protestas de la clase media contra el “cero COVID” que tuvieron lugar tras el incendio de Ürümqi. A los pocos días de estas últimas protestas, a finales de noviembre, las tendencias pseudoizquierdistas rompieron su silencio, aclamando universalmente estas protestas de “los papeles en blanco”, en las que los manifestantes sostenían trozos de papel en blanco que pretendían simbolizar la censura estatal del PCCh.
Muchos de los artículos comparaban las protestas de “los papeles en blanco” con las manifestaciones de la plaza de Tiananmén de 1989, ocultando los orígenes de clase y la orientación de estas protestas. En las protestas de “los papeles en blanco” no participaron más que unos pocos miles de jóvenes estimulados por un frenesí derechista y opuesto a la salud pública. Las protestas de la plaza de Tiananmén unieron a millones de trabajadores, jóvenes y campesinos en rebelión contra las políticas procapitalistas aplicadas por el PCCh en la década de 1980, y estuvieron motivadas por convicciones políticas socialistas, incluyendo llamamientos a la ampliación de los derechos democráticos.
Uno de los primeros artículos de este tipo sobre las protestas de “los papeles en blanco” fue uno escrito el 28 de noviembre por Alex Callinicos para Socialist Worker, el órgano de difusión del Partido Socialista de los Trabajadores (Reino Unido), que es la principal sección de la TSI. Callinicos es el secretario internacional y principal teórico del SWP.
En su artículo, Callinicos presentaba el desguace del “cero COVID” como inevitable, afirmando que “un auténtico ‘cero COVID’ es imposible”. Justificando el cambio de política del Gobierno, escribió: “El descontento creado por el ‘cero COVID’ ha alcanzado un nuevo nivel. El miércoles de la semana pasada, los trabajadores de la gigantesca planta de montaje de Foxconn en Zhengzhou se enfrentaron a la policía antidisturbios... Después, un incendio en Urumqi, capital de la provincia de Xinjiang, mató a diez personas. La ciudad lleva tres meses en confinamiento, y se atribuyeron las muertes al ‘cero COVID’”.
Socialist Worker publicó otro artículo breve el mismo día por Yuri Prasad, un viejo miembro del SWP, que elogiaba las protestas de “los papeles en blanco” al mismo tiempo en que reconocía que “el levantamiento inmediato de todas las restricciones anti-Covid en China provocaría 5 millones de hospitalizaciones y 1,55 millones de muertes”.
También el 28 de noviembre apareció el primer artículo extenso sobre la situación en China en Izquierda Diario, la publicación de la deshonestamente llamada Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT), una de las principales tendencias morenistas internacionales[1]. La FT prevalece en América Latina, y en particular en Argentina, donde lidera el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad, (FIT-U), que cuenta con cuatro escaños en la Cámara de Diputados.
El artículo, titulado “Históricas protestas en China contra el Covid-cero abren una nueva situación política”, fue escrito por André Barbieri, dirigente de la sección brasileña de la FT, Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT). Barbieri apoyó las protestas, que calificó como una “poderosa muestra de ira popular” y “manifestaciones actuales en repudio a los confinamientos autoritarios Covid-zero (sic)”.
Barbieri prosiguió: “El movimiento contra la política Covid-cero, un pilar central de la política defendida por Xi Jinping en el Congreso del 20 de octubre, no tiene precedentes desde las protestas de la Plaza Tiananmn de 1989”. Creando una amalgama entre las protestas de la clase media centradas en las universidades y las protestas en Foxconn, escribió: “La huelga de los trabajadores de Foxconn en Zhengzhou... fue el detonante innegable de la ira popular que se extendió por toda China”.
A lo largo del año pasado, en particular, la FT e Izquierda Diario han estado entre las tendencias pseudoizquierdistas que más han denunciado el programa de salud pública chino del “cero COVID”.
El 2 de diciembre, la sección de la FT en Francia, Révolution Permanente (RP), publicó un artículo sobre las protestas en China escrito por Irène Karalis, titulado “En China, las protestas profundamente políticas abren una crisis para el régimen”.
Denunciando los confinamientos, las pruebas masivas y el aislamiento de los pacientes infectados, Karalis escribió incoherentemente: “Hoy, tras un periodo en el que se creía que la pandemia había desaparecido, las restricciones [de “cero COVID”] siguen en vigor [en China] para contrarrestar la ola provocada por la variante ómicron y los habitantes deben someterse a pruebas cada dos días”.
Solo alguien completamente ajeno a la experiencia de la clase trabajadora internacional, en particular de los trabajadores sanitarios que siguen inundados por las olas recurrentes de pacientes de COVID-19, podría escribir que “se creía que la pandemia había desaparecido”.
Karalis afirmó falsamente que el incendio de Ürümqi “fue consecuencia de las restricciones sanitarias vigentes, entre ellas el cierre de las puertas del edificio, que impidieron escapar a los residentes”. Contradiciendo su afirmación anterior de que la pandemia había terminado, Karalis reconoció que el levantamiento del “cero COVID” provocaría muertes masivas. Citó a The Economist, cuyos modelos indicaban entonces que “las infecciones alcanzarían un máximo de 45 millones al día. Unas 680.000 personas morirían, incluso si las vacunas siguieran siendo fuertes y todas estas personas recibieran atención”.
Este resultado no causó ningún reparo a Karalis. “No hay ninguna garantía, por lo tanto, de que la situación sanitaria vaya a mejorar, sino todo lo contrario. Sin embargo, la situación sanitaria, además de afectar la situación política y social del país, también afecta a la situación económica”. En este escenario, Karalis antepuso la “situación económica” a las infecciones y muertes masivas de cientos de miles de personas en China.
Significativamente, Left Voice, la sección estadounidense de FT, no ha publicado ni una sola declaración sobre el levantamiento del “cero COVID” en China, limitándose a republicar artículos publicados en Izquierda Diario.
La otra tendencia morenista dominante, la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI) también apoyó las protestas a finales de noviembre en China, publicando dos artículos el 30 de noviembre, seguidos de otros cuatro en diciembre.
El artículo más extenso publicado el 30 de noviembre, “China vive días turbulentos de desafío al Gobierno”, fue escrito por Marcos Margarido. En 2016, Margarido se presentó como candidato a la alcaldía de Campinas como miembro del Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado (PSTU), el mayor grupo morenista de Brasil.
Margarido profundizó las mentiras de Barbieri y Karalis, escribiendo: “Después de casi tres años de restricciones, la experiencia de estar en cuarentena en casa con las puertas cerradas, o incluso soldadas, y las salidas de emergencia de los edificios bloqueadas es común para muchos chinos en todo el país”. En los primeros meses de la pandemia, hubo algunos casos aislados de personas encerradas en sus casas durante las cuarentenas, pero decir que esto fue alguna vez “común” es una burda distorsión.
Margarido luego advirtió de que “si continúan las restricciones... la rabia acumulada contra la política burocrática y dictatorial de lucha contra el COVID... puede dar lugar a nuevas y más amplias manifestaciones”. Tras reconocer que el levantamiento del “cero COVID” provocaría “un aumento vertiginoso de casos”, así como muertes masivas que empequeñecerían los horrores sufridos bajo Jair Bolsonaro en Brasil, Margarido apoyó esta política homicida, con la cínica justificación de que “ni la dictadura más enquistada... puede domar las crisis cíclicas del sistema capitalista”.
La única declaración publicada por el Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT) sobre el levantamiento del “cero COVID” en China se publicó el 29 de noviembre. Denunciando las “duras políticas de 'cero COVID' de China” y “la dependencia a menudo brutal en los burdos confinamientos”, apoyaron las protestas contra el “cero COVID”, que describieron como “un resentimiento de combustión lenta contra las todavía draconianas normas de confinamientos que estalló el fin de semana”.
La Liga Internacional Socialista (LIS) no ha emitido ninguna declaración internacional sobre el levantamiento del “cero COVID” en China en los últimos cuatro meses. El único artículo publicado por un afiliado nacional de la LIS fue un artículo del 7 de diciembre de Verónica O'Kelly de Alternativa Socialista-PSOL en Brasil. Comenzaba elogiando las protestas contra el “cero COVID”, que calificaba de “nada más que control social extremo basado en la persecución y la represión”.
Después de falsificar el carácter de las protestas de Foxconn y de “los papeles en blanco”, O'Kelly escribió que Xi Jinping “se vio obligado a ceder y relajar las medidas de aislamiento y distanciamiento social”. Concluía el artículo afirmando: “Los revolucionarios del mundo tienen la tarea de apoyar y solidarizarse con el valiente pueblo chino que se está levantando. Desde la LIS estamos al servicio de esta importante tarea”.
Numerosos artículos similares con las mismas denuncias al “cero COVID” y falsificaciones de lo ocurrido en China en noviembre se publicaron en prácticamente todos los medios de la pseudoizquierda internacional.
Alternativa Socialista protesta contra el “cero COVID” junto a “una organización conservadora procapitalista”
La respuesta más desquiciada y abiertamente reaccionaria al levantamiento del “cero COVID” en China vino de Alternativa Socialista Internacional (ASI)[2]. Acogió con entusiasmo una política de muertes masivas en China, publicando múltiples artículos e incluso organizando manifestaciones en apoyo a las protestas contra los confinamientos en China.
El primer artículo de ASI fue escrito por Vincent Kolo y Li Yong y publicado el 29 de noviembre. Titulado “La revuelta masiva de China, ¿ahora hacia dónde?”, denunciaba la “locura” del “cero COVID” y declaraba: “Después de tres años de controles y confinamientos asfixiantes e indescriptiblemente brutales de 'cero COVID', la gente ha llegado a un punto de ruptura”.
Kolo y Yong continuaron: “Las exigencias de derechos democráticos y el fin de la dictadura se han combinado con la indignación contra la insistencia desquiciadamente anticientífica de la dictadura de acabar a toda costa con un virus que no se puede matar”.
El 30 de noviembre, el miembro de Alternativa Socialista, Mick Barry pronunció un discurso en el Parlamento irlandés (Dáil Éireann), en el que afirmó en parte:
Quiero expresar mi solidaridad y la de Alternativa Socialista Internacional con los jóvenes manifestantes de China... Exigen libertad de expresión, el fin de una política de COVID rígida y extrema y derechos democráticos.
El 3 de diciembre, la sección de Alternativa Socialista en Nueva York publicó el siguiente tuit anunciando una protesta que iban a organizar al día siguiente.
Este tuit y la protesta fueron rotundamente denunciados, y muchos comentaron que estaban claramente coordinados con el Departamento de Estado de Estados Unidos. Entre los que figuraban como “coorganizadores” estaba “Students for a Free Tibet” (Estudiantes por un Tíbet Libre), que aparece públicamente como receptora de nueve subvenciones del Fondo Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) desde 2016, por un total de 480.810 dólares. El NED es conocido como la “segunda CIA” debido a sus profundas conexiones con las agencias de inteligencia estadounidenses.
A pesar de las críticas generalizadas al tuit que anunciaba la protesta, la líder de Alternativa Socialista, Kshama Sawant, lo compartió con sus seguidores, animándolos a asistir. Desde que compartió este tuit, Sawant ha guardado silencio sobre la catástrofe que se ha desatado en China y sobre la pandemia en general.
El 7 de diciembre, la ASI publicó un informe sobre su concentración en Nueva York, así como sobre concentraciones similares que organizaron en Londres y Taipéi, titulado “Protestas (mayoritariamente) reprimidas en China pero, crucialmente, continúan fuera”. El autor, Elan Axelbank, miembro de la sección de la ASI en Inglaterra, Gales y Escocia, escribió:
Nuestra sección en Nueva York informa que muchos de los asistentes tenían cierto grado de apoyo al capitalismo, así como al imperialismo estadounidense y occidental. Una de las organizaciones patrocinadoras fue el Partido Democrático de China, una organización conservadora procapitalista de chinos residentes en Estados Unidos pero sin base de apoyo en China.
Axelbank reconoció que levantar el “cero COVID” mataría a masas de personas, pero redobló el apoyo de ISA a esta política homicida, escribiendo:
... es totalmente posible que China sufra una gran ola de muertes por Covid en los meses de invierno, como Hong Kong a principios de este año. Los científicos y expertos en Covid calculan que si se levanta el “cero COVID”, podrían morir entre 1,5 y 2 millones de personas en todo el país, y algunos dicen que más.
Pero en el nuevo periodo abierto por las recientes protestas, los confinamientos totales y duraderos como el de Urumqi, de más de 100 días, serán cada vez más difíciles de aplicar por el Estado... Esta es la razón por la que la sección de China/Hong Kong/Taiwán de Alternativa Socialista Internacional ha pedido, más allá de poner fin al “cero COVID”, recursos masivos para reforzar y equipar el sistema sanitario, intensificando el programa de vacunación, especialmente entre los ancianos, y poniendo fin inmediatamente a la prohibición de vacunas extranjeras de ARNm.
El llamamiento de ASI a que el PCCh amplíe la atención sanitaria y compre vacunas de ARNm, una línea avanzada por todos los medios de comunicación occidentales y muchas otras tendencias pseudoizquierdistas, no fue más que un intento de maquillar su promoción del fin de la política de “cero COVID”. Pero la rapidez con la que las infecciones y muertes masivas arrasaron China era previsible y prevista, y la aplicación de estas demandas limitadas no habría hecho nada para evitar esta catástrofe.
Continuará. Puedes leer la segunda parte aquí.
[1] La FT fue fundada en 1998 tras una serie de escisiones que siguieron a la muerte del pablista argentino Nahuel Moreno en 1987. Moreno presidió décadas de políticas nacional-oportunistas por parte de varios partidos en Argentina y sus afiliados internacionales, y sus sucesores han continuado con esta línea.
[2] La ASI se formó en febrero de 2020 como resultado de una escisión del CIT por cuestiones centradas en la política de identidades. Su sección nacional más destacada se encuentra en Estados Unidos y su miembro Kshama Sawant ha pertenecido al Ayuntamiento de Seattle desde 2014. En el invierno de 2020-21, Alternativa Socialista envió a una sección significativa de sus miembros, incluida Sawant, a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), que opera directamente dentro del Partido Demócrata imperialista.
(Publicado originalmente en inglés el 23 de marzo de 2023)